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22 de abril de 2025 a las 12:05
Restaura el planeta desde tu hogar con Alicia Bárcena
La sombra del DDT aún se cierne sobre nosotros, un recordatorio latente de la fragilidad de nuestro planeta. Rachel Carson, con su obra maestra Silent Spring, nos abrió los ojos a una emergencia silenciosa, una crisis que se extendía sigilosamente, envenenando nuestro entorno. Desde entonces, la educación ambiental ha encontrado un espacio en la política pública, pero, ¿ha sido suficiente? Lamentablemente, la respuesta es un rotundo no. La transversalidad, ese ideal de integrar la conciencia ambiental en cada fibra de nuestra sociedad, sigue siendo una asignatura pendiente.
Nuestras escuelas, esos semilleros de futuro, aún no han abrazado plenamente la causa ambiental. ¿Cuántas primarias cuentan con huertos donde los niños puedan conectar con la tierra, con captadores solares que les enseñen el poder del sol, con compostas que transformen los residuos en tesoros? La idea de que la basura no es desecho, sino un recurso, debió arraigarse en nuestras mentes hace décadas. Si bien celebramos una mayor conciencia en la actualidad, el camino por recorrer sigue siendo largo.
El agua, fuente de vida, se desperdicia sin miramientos. Es inconcebible que utilicemos agua potable para el saneamiento, mientras que las industrias consumen cantidades ingentes sin un tratamiento adecuado. Las aguas residuales, un recurso valioso, podrían tener una segunda vida, pero la falta de infraestructura y una legislación obsoleta nos mantienen atados a un ciclo de derroche. Las restricciones al consumo de agua son un síntoma, no la enfermedad. La verdadera cura reside en una transformación profunda de nuestras leyes y prácticas.
La preocupación por el medio ambiente resuena con fuerza en las nuevas generaciones. El creciente número de jóvenes que adoptan el vegetarianismo, motivados por el bienestar animal, es un signo alentador. Recordemos que la ganadería, con su insaciable apetito por la tierra, es la principal causa de deforestación en México. Asimismo, las voces que se alzan contra el uso de delfines en espectáculos nos recuerdan la importancia de respetar la vida en todas sus formas.
La responsabilidad recae sobre todos, pero especialmente sobre quienes ostentan mayor poder. Las industrias, en su afán de crecimiento, deben someterse a la ley, evitando la descarga de residuos en nuestros ríos y gestionando sus desechos de manera responsable. Los municipios, encargados de la gestión del agua tratada y los residuos sólidos, tienen un papel crucial en la construcción de un futuro sostenible. Las 180,000 toneladas diarias de basura que generamos en México no pueden seguir siendo un problema, sino una oportunidad. La separación de residuos, el compostaje y la generación de biogás son solo algunas de las soluciones que tenemos a nuestro alcance.
El reciclaje de botellas de plástico, aunque loable, no es suficiente. El ciclo debe cerrarse por completo. El plástico, una verdadera pandemia global, se ha infiltrado en cada rincón de nuestro planeta, desde los océanos hasta nuestros propios cuerpos. La lucha contra los plásticos de un solo uso requiere un esfuerzo global, un tratado que obligue a las empresas a reciclar, reducir y repensar sus procesos.
La agricultura, principal consumidora de agua, necesita una transformación radical. La tecnificación de los distritos de riego, propuesta por la presidenta Claudia Sheinbaum, es un paso en la dirección correcta. La eliminación de 54 plaguicidas, prohibidos en numerosos países, es otra medida esencial para proteger nuestra salud y la del planeta. La innovación, aplicada al reciclaje y la gestión forestal, es la clave para un futuro sostenible.
Una ley de economía circular, que promueva la reutilización y la reducción desde la educación técnica, es fundamental. Las nuevas generaciones deben aprender a ver el valor en los materiales, a preguntarse: ¿cómo puedo dar una nueva vida a esto?
La limpieza de nuestros ríos es una tarea colectiva, un acto de sanación para nuestro entorno. Queremos que sean los niños quienes, con su conciencia ambiental, inspiren a sus padres a cuidar la naturaleza. Esa conciencia colectiva, esa justicia ambiental, es el legado que debemos dejar a las futuras generaciones. ¿Qué futuro les espera si no actuamos ahora?
La restauración de nuestro planeta es la palabra clave de este sexenio. Es una cruzada que requiere la participación de todos, un esfuerzo conjunto para proteger nuestro hogar, para conservar la riqueza natural que aún nos queda, para construir un futuro donde la justicia ambiental sea una realidad.
Fuente: El Heraldo de México