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22 de abril de 2025 a las 03:40

Petricor: El aroma de la lluvia

Ese mágico aroma que nos embriaga al caer las primeras gotas de lluvia sobre la tierra seca, ese que nos transporta a recuerdos de infancia y nos llena de una inexplicable sensación de bienestar, tiene un nombre: petricor. Un nombre tan evocador como el propio aroma, derivado del griego "petra" (piedra) e "ikhor" (el fluido que corría por las venas de los dioses). Imaginen, la esencia misma de la tierra, despertada por el toque divino de la lluvia. Una poesía en sí misma.

Pero detrás de esta poética descripción se esconde una fascinante sinfonía de procesos químicos y biológicos. No se trata simplemente de agua mojando tierra. Las plantas, en su constante ciclo vital, liberan ácidos grasos que se descomponen en moléculas más pequeñas, volátiles, capaces de viajar por el aire y llegar a nuestros receptores olfativos. Y en la tierra, un microcosmos invisible trabaja sin cesar. Bacterias del género Streptomyces, junto con cianobacterias y hongos, producen una molécula especial, la geosmina, cuyo nombre, derivado del griego "geo" (tierra) y "osme" (olor), describe a la perfección su esencia: el aroma de la tierra.

Esta geosmina se combina con los ácidos grasos liberados por las plantas, creando una mezcla aromática única. Sin embargo, este perfume terrenal permanece cautivo, esperando ser liberado. Es la lluvia la que actúa como el director de orquesta, dando la señal para que comience la magia. Al impactar contra el suelo seco, las gotas de agua atrapan pequeñas burbujas de aire que contienen la preciada geosmina y los ácidos grasos. Estas burbujas ascienden a la superficie y estallan, liberando el petricor al aire, impregnándolo con ese aroma tan característico.

Es por eso que el petricor es más intenso tras un periodo de sequía. La tierra, sedienta, guarda celosamente estas moléculas aromáticas, esperando la llegada de la lluvia para liberarlas en una explosión de fragancia. Imaginen la tierra respirando, exhalando ese perfume tan particular después de un largo letargo.

Pero el espectáculo olfativo no se limita al momento en que la lluvia toca el suelo. Incluso antes de que caiga la primera gota, un aroma distinto, aunque igualmente cautivador, nos anticipa la llegada de la tormenta. Este preludio aromático se debe a la electricidad presente en la atmósfera. Las descargas eléctricas rompen las moléculas de oxígeno, creando ozono, ese gas con un olor punzante y fresco que a menudo asociamos con la limpieza. El ozono, habitualmente presente en las capas altas de la atmósfera, es arrastrado hacia abajo por las corrientes de aire descendentes que preceden a la tormenta, permitiéndonos percibir su aroma distintivo.

Así, la próxima vez que sientan el inconfundible olor a lluvia, recuerden que no es simplemente tierra mojada. Es petricor, una sinfonía de aromas creada por la interacción de la tierra, las plantas, los microorganismos y la lluvia. Una experiencia sensorial que nos conecta con la naturaleza de una forma profunda y evocadora. Un recordatorio de la magia que se esconde en los detalles más pequeños de nuestro planeta.

Fuente: El Heraldo de México