
22 de abril de 2025 a las 11:05
Iglesias bajo fuego
La partida del Papa Francisco ha dejado un vacío inmenso, no solo en el Vaticano, sino en el corazón de millones de personas alrededor del mundo, y México no es la excepción. Su figura, trascendiendo lo meramente religioso, se convirtió en un símbolo de esperanza, de diálogo y de una fe comprometida con la realidad social. Su llamado a una Iglesia más humana, más cercana a la gente, resonó con fuerza en un país donde la fe católica sigue siendo un pilar fundamental de la identidad nacional. Recordamos con especial emotividad su visita a México en 2016, donde instó a la jerarquía eclesiástica a no sucumbir a las tentaciones del poder y a caminar junto al pueblo, no por encima de él. Un mensaje que, en un país con profundas desigualdades y lacerado por la violencia, adquiría una significación aún más profunda.
En estados como Zacatecas, Guanajuato y Michoacán, donde la fe católica es particularmente arraigada, la Iglesia se erige como un referente en medio del caos y la fractura social. Francisco, consciente de esta realidad, abogó por una Iglesia que escuchara más y condenara menos, una Iglesia que se involucrara en las problemáticas de la gente, que se incomodara e incomodara. Su mensaje, lejos de la confrontación, era un llamado a la conciencia, una invitación a construir un mundo más justo y fraterno.
Su legado, sin embargo, no se limita a los adultos mayores, tradicionalmente vinculados a la Iglesia. Francisco logró conectar con los jóvenes, una generación que se ha distanciado de las instituciones religiosas. Ofreció una visión de la fe despojada de dogmatismos y rigideces, una fe abierta al diálogo, a la reflexión y al compromiso social. Les habló y, lo que es más importante, les escuchó. Supo comprender sus inquietudes, sus búsquedas y sus anhelos. Les mostró que la fe no es un conjunto de reglas impuestas, sino una experiencia viva, capaz de transformar el mundo.
Ahora, ante su ausencia, México no solo despide a un líder religioso, sino a un referente moral, a una voz que se alzaba en defensa de los más vulnerables. Además, se abre la posibilidad de que un mexicano ocupe la silla de Pedro. Cardenales como Carlos Aguiar Retes y José Francisco Robles Ortega se perfilan como posibles candidatos, lo que demuestra la relevancia del catolicismo mexicano en el panorama global. Si bien no comparten el mismo estilo que Francisco, su presencia en el cónclave representa una oportunidad para que la voz de México se escuche en el Vaticano.
Más allá de la figura del Papa, la Iglesia en México enfrenta retos colosales. La violencia, la pobreza, la corrupción y la desigualdad social exigen una respuesta contundente. La Iglesia, como institución con una profunda influencia en la sociedad, tiene la responsabilidad de ser un agente de cambio, de promover la justicia y la paz. El legado de Francisco debe ser un impulso para que la Iglesia mexicana renueve su compromiso con los más necesitados y se convierta en un verdadero motor de transformación social.
Y mientras el mundo católico se prepara para elegir a un nuevo líder, las palabras de Francisco siguen resonando, como un eco persistente que nos invita a reflexionar sobre nuestro papel en la construcción de un mundo mejor. Sus palabras, a veces incómodas, a veces desafiantes, nos recuerdan que la fe no es un refugio pasivo, sino un llamado a la acción, a la transformación personal y social.
En otras noticias, Acapulco ha demostrado su resiliencia y su innegable atractivo turístico. Contra viento y marea, el puerto guerrerense ha logrado recuperar su esplendor y se ha coronado como el destino más visitado durante la Semana Santa, superando a Cancún, Vallarta y Mazatlán. Con una ocupación hotelera del 92.5%, Acapulco ha demostrado que ni los huracanes ni las crisis pueden opacar su brillo. Un ejemplo de la fuerza del turismo mexicano y de la capacidad de recuperación de un destino emblemático. Nos vemos a las 8 por el 8. EEZ.
Fuente: El Heraldo de México