
22 de abril de 2025 a las 09:40
Francisco: El Papa Humilde
La partida de Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, deja un vacío inmenso, no solo en el corazón de la Iglesia Católica, sino en el mundo entero. Un hombre que predicó incansablemente la decencia en tiempos turbulentos, su legado trasciende las barreras religiosas y nos interpela a todos. Su compromiso con los más vulnerables, su visión moderna del catolicismo y su incansable búsqueda de la paz lo convierten en una figura excepcional de nuestro tiempo.
Recordar su elección como el primer Papa latinoamericano, el primero en adoptar el nombre de Francisco en honor al santo de Asís, es evocar la profunda humildad y el compromiso con los desposeídos que marcaron su pontificado desde el inicio. Asumió el liderazgo de la Iglesia en 2013, tras la histórica renuncia de Benedicto XVI, quien, aquejado por la edad y la fragilidad física, optó por el retiro, un precedente sin igual en la historia reciente del Vaticano.
A lo largo de su papado, Francisco demostró una vitalidad y una dedicación admirables. A pesar de sus 88 años y una reciente hospitalización, su espíritu permaneció indoblegable. Su deseo de celebrar la Pascua con sus fieles, su incesante labor política en pro de la paz y su defensa de los migrantes son testimonio de una vida consagrada al servicio de los demás. Incluso en sus últimos días, su voz resonó con fuerza, instando a la compasión y la decencia hacia los migrantes, un llamado que, sin duda, incomodó a sectores conservadores, como lo evidencia la nominación de Brian Burch, un crítico acérrimo de Francisco, como embajador de Estados Unidos ante el Vaticano durante la presidencia de Trump. La breve pero significativa visita del vicepresidente J.D. Vance, un católico converso con posturas migratorias opuestas a las del Vaticano, horas antes del fallecimiento del Papa, marca un contraste que subraya la complejidad del escenario político y la firmeza de las convicciones de Francisco.
Su preocupación por el conflicto en Gaza se manifestó en las constantes llamadas al fraile Gabriel Romanelli, responsable de la parroquia de la Sagrada Familia en la zona, una muestra de su cercanía con las realidades más dolorosas del mundo.
Francisco no rehuyó las controversias. Sus llamados a la tolerancia hacia las minorías sexuales, la apertura a una mayor participación de las mujeres en la jerarquía eclesiástica y su constante acercamiento a los pobres generaron tanto adhesiones como resistencias. Algunos consideraron sus acciones insuficientes, otros demasiado audaces. Sin embargo, en medio de la diversidad de opiniones, Francisco se mantuvo firme en su propósito de tender puentes y buscar un equilibrio dentro de una Iglesia con un amplio espectro de perspectivas.
Su crítica a la indiferencia social, a la exclusión de los perdedores, de los que quedan al margen del camino, resonó con fuerza en sus últimos discursos. Con valentía, denunció la “obra del Infierno” que construyen aquellos que niegan un lugar a los más vulnerables.
La figura de Francisco, con su sencillez y su profunda humanidad, permanecerá como un faro de esperanza en un mundo convulsionado. Su legado nos invita a reflexionar sobre nuestro propio compromiso con la justicia, la paz y la dignidad de todos los seres humanos. Su ausencia física deja un vacío inmenso, pero su mensaje, su ejemplo de vida, seguirá inspirando a generaciones futuras.
Fuente: El Heraldo de México