
22 de abril de 2025 a las 12:20
El Papa Francisco: De hincha a Sumo Pontífice
La pelota, compañera silenciosa en la vida de Jorge Mario Bergoglio, fue testigo de su infancia en las calles de Buenos Aires, donde la "pata dura", como él mismo se definía con humor, perseguía un sueño que no se concretaría en el césped, sino en un escenario mucho más amplio: el mundo entero. Aquel niño que soñaba con gambetas y goles, con la camiseta azulgrana pegada al pecho, se convertiría en el primer Papa latinoamericano, llevando consigo la humildad del potrero y la pasión inquebrantable por San Lorenzo de Almagro.
Su padre, Mario, basquetbolista, quizás le transmitió la destreza con las manos, esas mismas manos que bendecirían a multitudes y que, en su juventud, intentaban atajar los goles rivales en los improvisados arcos de la infancia. "A menudo hacía de arquero", confesaba Francisco, recordando aquellos días con nostalgia y una sonrisa que revelaba la alegría genuina de un corazón sencillo. La pelota, aunque no lo llevó a la gloria deportiva, sí lo acompañó en su camino hacia una trascendencia impensada.
El destino, o quizás la divina providencia, tenía otros planes para Jorge Mario. El llamado de la fe lo condujo por una senda diferente, donde la cancha se transformó en el mundo y los rivales en los desafíos de la humanidad. Sin embargo, la pasión por el fútbol, esa llama encendida en su corazón desde niño, nunca se apagó. Al contrario, se convirtió en un puente, un lenguaje universal que le permitió conectar con personas de todos los rincones del planeta.
La elección de Bergoglio como Sumo Pontífice en 2013 coincidió con un momento glorioso para San Lorenzo, su amado club. El campeonato local y la anhelada Copa Libertadores llegaron casi como una bendición celestial, alimentando la creencia popular de una intervención divina. El "Papa cuervo", como cariñosamente lo llamaban algunos, se convirtió en un símbolo de esperanza para los hinchas, un amuleto de buena suerte que parecía bendecir al equipo desde el Vaticano.
Francisco recibió en sus aposentos a grandes figuras del deporte mundial, desde Ronaldinho y Cristiano Ronaldo hasta el mismísimo Pelé, a quien consideraba "un gran señor". Maradona, Messi, Nadal, Bolt… la lista es interminable. Cada encuentro, una oportunidad para transmitir un mensaje de paz, de unión, utilizando el deporte como herramienta para derribar barreras y construir puentes entre las culturas. Recibió camisetas de equipos mexicanos, cascos de pilotos, guantes de boxeadores, transformando el Vaticano en un punto de encuentro para el deporte global.
La anécdota del casco que le obsequió el piloto mexicano Sergio Pérez, o las visitas de figuras del boxeo como Julio César Chávez y "Canelo" Álvarez, demuestran la capacidad de Francisco para conectar con el mundo del deporte, transcendiendo las fronteras y las disciplinas. Cada encuentro, un testimonio de su carisma y su habilidad para utilizar el lenguaje universal del deporte para transmitir un mensaje de esperanza y fraternidad.
Aquel niño que soñaba con ser futbolista, terminó convirtiéndose en mucho más. Dios, en su infinita sabiduría, no quiso que Jorge Mario Bergoglio fuera un crack de la pelota, sino un pastor para el mundo. Un pastor que, con la humildad de un jugador de barrio y la pasión de un hincha de corazón, supo utilizar el fútbol como un instrumento para llevar su mensaje de paz y amor a todos los confines de la Tierra. “Ustedes son los atletas de Cristo”, les dijo a los jóvenes, recordándoles que la verdadera cancha está en el corazón y que la victoria más importante es la que se alcanza con la fe y la perseverancia. Y así, con la pelota en el alma y la palabra de Dios en los labios, Francisco I, el Papa hincha de San Lorenzo, dejó una huella imborrable en la historia del deporte y de la humanidad.
Fuente: El Heraldo de México