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22 de abril de 2025 a las 09:40
Domina tu Columna: Consejos Expertos
La fotografía, ese arte de capturar la luz, de congelar instantes, de narrar historias sin palabras, se encuentra en una encrucijada fascinante. La irrupción de la inteligencia artificial, como un torbellino de innovación, ha sacudido los cimientos de esta disciplina, abriendo un universo de posibilidades al tiempo que plantea interrogantes que nos obligan a repensar la esencia misma de la imagen.
Cynthia Mileva, en su perspicaz columna, nos invita a reflexionar sobre este encuentro entre la creatividad humana y la precisión algorítmica. Nos presenta el dilema de la máquina escribiendo sobre la máquina, un ejercicio meta-reflexivo que nos coloca frente al espejo de la innovación y nos pregunta: ¿qué vemos reflejado?
La democratización de la técnica, ese es uno de los grandes cambios que la IA ha traído consigo. Antes, el dominio de la fotografía requería años de aprendizaje, una comprensión profunda de la luz, la composición, la química de los revelados. Ahora, herramientas impulsadas por la inteligencia artificial permiten a cualquiera, sin importar su experiencia previa, adentrarse en este mundo y experimentar con la imagen. Editores automáticos que corrigen imperfecciones con una precisión asombrosa, filtros que transforman la realidad en un lienzo de ensueño, e incluso la posibilidad de generar imágenes completamente nuevas a partir de simples descripciones textuales: la IA ha derribado las barreras técnicas, poniendo al alcance de todos el poder de la creación visual.
Pero, ¿a qué costo? Esa es la pregunta que resuena en el debate. Si la máquina puede crear imágenes de una belleza impactante, ¿qué lugar ocupa el artista, el fotógrafo que con su ojo entrenado y su sensibilidad única captura la esencia de un momento? ¿Se convierte la fotografía en un mero proceso técnico, despojado de la emoción y la visión del creador?
La cuestión de la autoría se vuelve central. ¿Quién es el autor de una imagen generada por IA? ¿El programador que diseñó el algoritmo? ¿El usuario que introdujo las instrucciones? ¿O la propia máquina, que con su capacidad de procesamiento da forma a la imagen final? El debate sobre la propiedad intelectual de estas obras apenas comienza, y las respuestas que encontremos definirán el futuro de la creación artística en la era digital.
Más allá de la autoría, la originalidad también se pone en tela de juicio. Si la IA se alimenta de millones de imágenes existentes para crear nuevas composiciones, ¿podemos hablar de una verdadera originalidad? ¿O estamos ante un sofisticado collage de elementos preexistentes, una recombinación inteligente pero carente de la chispa de la creación genuina?
La reflexión que Mileva nos propone va más allá de las implicaciones técnicas y legales. Nos invita a pensar en el impacto de la IA en nuestra propia percepción de la imagen. ¿Cómo cambia nuestra relación con la fotografía cuando sabemos que puede ser creada por una máquina? ¿Perdemos la capacidad de asombro, la magia de descubrir la belleza en lo cotidiano?
En este nuevo escenario, el rol del fotógrafo se transforma. Deja de ser un mero técnico para convertirse en un curador de imágenes, un director de orquesta que guía a la IA en la creación de su obra. La sensibilidad artística, la visión personal, la capacidad de narrar historias a través de la imagen, siguen siendo atributos esenciales del creador, incluso en la era de la inteligencia artificial.
El futuro de la fotografía se escribe en tiempo real, y la IA es una de las protagonistas de esta historia. Nos corresponde a nosotros, como espectadores y participantes activos, reflexionar sobre las implicaciones de esta revolución tecnológica y encontrar el equilibrio entre la innovación y la esencia misma del arte de la luz.
Fuente: El Heraldo de México