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22 de abril de 2025 a las 12:45
Da vida a tus ideas
En los rincones más olvidados de México, donde la esperanza a menudo se desvanece como el polvo en el viento, el arte florece como un oasis en el desierto, un acto de resistencia y un abrazo de ternura. En las comunidades afrodescendientes de Naolinco, Veracruz, en las laderas del Cerro del Congo, y en los centros de reinserción social y albergues para migrantes de Chihuahua, los niños y niñas se convierten en los protagonistas de una transformación cultural profunda, guiados por la luz de los Laboratorios Lúdicos.
Estos espacios, impulsados por el programa Alas y Raíces de la Secretaría de Cultura, no son simples talleres, sino portales a la memoria colectiva, a la exploración del lenguaje propio, a la construcción de la identidad y a la preservación de las costumbres y tradiciones. No se trata de calificaciones ni de pruebas estandarizadas, sino de un grito de afirmación, un derecho a ser escuchados, incluso antes de que las palabras tomen forma en sus labios, como bien explica Diana Bravo, del colectivo Luna Teatro y creadora del programa Entre Nubes en Chihuahua.
Junto a Natalie Proo y Samantha Pérez, Diana ha tejido un universo de estimulación para bebés y niños de hasta cinco años. Entre Nubes es un refugio, un espacio donde la infancia puede respirar libre del peso de las violencias que la acechan. Durante tres años, este programa, seleccionado a través de convocatorias, ha ofrecido 25 sesiones que nutren el espíritu creativo de los más pequeños. "Imaginen un lugar donde los bebés pueden tocar, explorar, mirar sin prisas, donde los niños juegan con los sentidos, con las formas, los colores, las luces y las sombras, un espacio donde las historias y los libros les dan las herramientas para construir sus propias narrativas," describe Diana con pasión.
La Casa del Migrante, la Casa Cuna del DIF y el Centro de Reinserción Social Femenil de Chihuahua han abierto sus puertas a esta iniciativa, adaptándola a cada contexto, reconociendo la vulnerabilidad de sus habitantes y la necesidad de un espacio seguro, poético, estimulante, donde el arte y el juego sean el idioma universal.
En Veracruz, aunque la semilla del proyecto fue plantada por Viridiana, la comunidad ha abrazado la iniciativa y la ha hecho suya, reuniéndose de forma autónoma en una pequeña "casita cultural". La trascendencia de la idea, su capacidad de echar raíces y crecer sin depender de una sola persona, es la verdadera victoria.
En un país donde la infancia a menudo es invisibilizada, estos laboratorios ofrecen una alternativa: una infancia que narra, que recuerda, que sueña y que transforma. Desde los juegos para bebés hasta los libros cartoneros donde los niños de 5 a 12 años plasman sus historias, se les devuelve el poder de su propia voz. “Queremos que sepan, desde pequeños, que sus historias importan, que pueden escribirlas, compartirlas y, al hacerlo, construir un futuro diferente, no solo registrando su presente, sino resguardando la memoria de toda una comunidad”, afirma Viridiana.
Su laboratorio, enfocado en niños de 6 a 12 años, lleva el nombre de ¡Que los libros cuenten mi historia!: Infancias afromexicanas en la Cañada de Veracruz. En él, la música de sus vidas se entrelaza con la denuncia contra la discriminación. “Una niña me dijo: ‘Pensé que las historias de mi abuela no importaban. Ahora quiero ponerlas en un libro’. Esa frase lo cambió todo”, confiesa Viridiana. En esos libros cartoneros, cobran vida las leyendas locales, las recetas familiares, las anécdotas y, sobre todo, los fragmentos de una memoria que se niega a ser olvidada.
Viajando al sureste, encontramos a Emmanuel Tatto, comunicólogo y cineasta yucateco, llevando el cine y la fotografía al Centro Especializado en la Aplicación de Medidas para Adolescentes (CEAMA) en Mérida. Allí, jóvenes en conflicto con la ley descubren que sus historias también merecen ser contadas. "El arte no es solo expresión, es resistencia y esperanza", afirma Emmanuel, quien desde 2022 ha compartido su pasión por el audiovisual con estos adolescentes, demostrando que el arte puede florecer incluso en los terrenos más áridos. Su labor es un recordatorio de que la creatividad puede ser un puente hacia la reinserción, una herramienta para reconstruir la identidad y encontrar un nuevo camino.
Fuente: El Heraldo de México