
22 de abril de 2025 a las 00:30
Un Papa con Corazón
La huella imborrable del Papa Francisco, un pastor que abrazó las periferias existenciales, resonará por generaciones en la Iglesia Católica y en el mundo entero. Su partida, a la edad de 88 años, deja un vacío profundo, pero también un legado de amor, compasión y una incansable búsqueda de la justicia social. El Padre Benjamín Clariond LC, quien tuvo el privilegio de conocerlo tanto en México como en el Vaticano, lo describe como un reformador excepcional, un continuador de la transformación iniciada por figuras icónicas como Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco se dedicó a recordarnos la esencia del cristianismo: la misericordia. Su mirada se posó en los marginados, en aquellos que la sociedad a menudo ignora, en las “periferias existenciales”, como él las llamaba con profunda sensibilidad. No buscaba el aplauso, sino tender una mano a quienes más lo necesitaban, ofreciendo consuelo y esperanza. Su voz se alzó con fuerza para defender a los migrantes, a las familias desprotegidas, para promover la paz en un mundo convulsionado por la violencia y para advertirnos sobre el cuidado de nuestra casa común, la Tierra.
El Padre Clariond destaca la genialidad del Papa Francisco en el uso del lenguaje, no solo el verbal, sino también el lenguaje de los gestos, de los símbolos. Sus acciones trascendían las palabras, mostrando la autenticidad de su compromiso. No se limitaba a discursos teóricos, sino que se arremangaba la camisa para estar cerca de los que sufren, para abrazarlos, para escucharlos. Era un pastor con olor a oveja, como él mismo se definía, un líder espiritual que no temía ensuciarse las manos con la realidad del mundo.
Su mensaje resonaba con fuerza porque era un mensaje de amor en acción. No se contentaba con diagnosticar los problemas del mundo, sino que se comprometía a buscar soluciones, a tender puentes entre culturas y religiones, a promover el diálogo como herramienta para la construcción de un mundo más justo y fraterno. Su ejemplo nos interpela a cada uno de nosotros a ser mejores personas, a comprometernos con la construcción de un mundo mejor.
La figura del Papa Francisco, con su sencillez y su profunda humanidad, se convirtió en un faro de esperanza para millones de personas en todo el planeta. Su legado no se limita a la esfera religiosa, sino que trasciende fronteras y credos, inspirando a personas de todas las condiciones sociales a trabajar por un futuro más humano y solidario. Su recuerdo permanecerá vivo en la memoria de aquellos que tuvieron la fortuna de conocerlo y en las generaciones futuras que se inspirarán en su ejemplo de vida.
El Papa Francisco, un pastor que abrazó las periferias, nos deja un desafío: continuar su obra, seguir construyendo un mundo donde reine la justicia, la paz y la fraternidad. Su voz se ha apagado, pero su mensaje sigue resonando con fuerza en nuestros corazones, invitándonos a ser agentes de cambio, a ser constructores de puentes, a ser testigos del amor en un mundo que a menudo parece olvidar su importancia.
Fuente: El Heraldo de México