
21 de abril de 2025 a las 09:40
¡Trump en problemas!
La profecía autocumplida se cierne sobre la economía estadounidense. Si bien es cierto que el país enfrenta desafíos históricos y sistémicos, la administración Trump, con su peculiar estilo, parece estar acelerando el declive del liderazgo económico estadounidense, casi como si de una demolición controlada se tratara, pero sin un plan de reconstrucción a la vista. La imposición indiscriminada de aranceles, seguida de excepciones concedidas con la misma arbitrariedad, crea un clima de incertidumbre que erosiona la confianza internacional. Es como intentar apagar un incendio con gasolina: la solución agrava el problema.
Más allá de las bravuconadas y las amenazas, que pueden funcionar en el cerrado mundo de los bienes raíces neoyorquinos, la política internacional exige sutileza y diplomacia. El lenguaje agresivo y las exageraciones constantes de Trump, lejos de intimidar, generan desconfianza y abren un espacio que China aprovecha con astucia. Mientras Estados Unidos se encierra en un nacionalismo proteccionista, China se presenta como la defensora del libre comercio y la globalización, una ironía que no pasa desapercibida para el resto del mundo.
No es necesario que China invente nada. Las propias palabras y acciones de Trump son su mejor herramienta de propaganda. La imagen de un Estados Unidos errático e impredecible, liderado por un presidente que parece deleitarse en la confrontación, contrasta con la serenidad y la planificación estratégica que proyecta China. En este juego de percepciones, Estados Unidos está perdiendo terreno a pasos agigantados.
La política de "America First" se convierte en "America Alone". El desprecio hacia aliados tradicionales, como Canadá y México, debilita la posición geopolítica de Estados Unidos. La integración regional, clave para mantener la hegemonía en un mundo cada vez más interconectado, se ve amenazada por la miopía de una administración que prioriza las ganancias a corto plazo sobre la construcción de alianzas estratégicas a largo plazo. Es como si un general, obsesionado con ganar una pequeña batalla, entregara la guerra entera al enemigo.
Las consecuencias de esta política errática ya se empiezan a sentir en la vida diaria de los estadounidenses. La incertidumbre económica, la pérdida de empleos en sectores clave y el deterioro de las relaciones internacionales son solo el preludio de una tormenta que podría tener consecuencias devastadoras. La pregunta que queda en el aire es si Estados Unidos podrá recuperarse de este autoinfligido daño y retomar su lugar en el escenario mundial, o si, por el contrario, estamos presenciando el ocaso de un imperio. El tiempo, implacable, dará la respuesta.
Fuente: El Heraldo de México