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21 de abril de 2025 a las 23:30

Francisco: Un homenaje Guadalupano

La tristeza se respiraba en el aire, un aire denso cargado de incienso y recuerdos. Cientos de almas, unidas por la fe y el pesar, se congregaban en la Basílica de Guadalupe, ese lugar que, como un imán, atraía la devoción del Papa Francisco, ese rincón del mundo que él mismo consideraba uno de sus preferidos. No era una misa cualquiera, era una despedida, un último adiós al pastor que, con su sencillez y calidez, había tocado los corazones de millones. Las pancartas, elevadas como estandartes de un amor incondicional, se mecían suavemente impulsadas por el suspiro colectivo de la multitud. Aplausos, lágrimas silenciosas que rodaban por mejillas curtidas por el sol y el tiempo, y el eco de las palabras del Cardenal Aguiar Retes, pintaron un cuadro conmovedor de fe y gratitud.

El Arzobispo Primado de México, con voz serena pero cargada de emoción, recordó las visitas del Papa Francisco a este santuario mariano. La primera, casi una peregrinación personal, cuando aún era sacerdote y cruzó el océano impulsado por un deseo profundo de conocer la casa de la Virgen Morena. La segunda, ya como Sumo Pontífice, en medio de una apretada agenda, pero siempre con ese espacio reservado para la Guadalupe. Una anécdota, compartida con la cercanía de quien recuerda a un amigo, resonó en la Basílica: "No me di cuenta del tiempo que pasaba hasta que fueron por mí y me dijeron que la multitud estaba esperando", palabras del Papa Francisco que reflejaban su conexión espiritual con este lugar sagrado.

Más allá del dolor por la partida, la misa se convirtió en una plegaria esperanzada por el futuro de la Iglesia. Una oración por el próximo pontífice, para que sea un guía sabio y compasivo, capaz de escuchar las inquietudes de un mundo en constante cambio, un pastor que, con su palabra y ejemplo, conduzca al rebaño por el camino de la fe y la justicia. "Te pedimos que consideres un pontífice que con su palabra y ejemplo guíe a las ovejas que le fueron encomendadas", suplicó el Arzobispo, con la voz llena de esperanza.

Entre los feligreses, el sentimiento de orfandad se mezclaba con el reconocimiento al legado de un Papa reformista. Denisse Cuevas, con la mirada puesta en sus hijos, lo definió como un "revolucionario", alguien que supo adaptar la Iglesia a los nuevos tiempos, comprendiendo la necesidad de evolucionar para mantener viva la llama de la fe. Un joven, Daniel Villegas, con la convicción de sus 19 años, recalcó la importancia de continuar con su legado, de no dar marcha atrás en el camino de la apertura y el diálogo. "Sería un error que el nuevo Papa sea conservador porque es necesario escuchar las inquietudes de las nuevas generaciones", afirmó con firmeza.

La luz tenue de las veladoras, colocadas con devoción bajo las pancartas con la imagen del Papa Francisco, creaba una atmósfera de recogimiento y amor. Los arreglos florales, testimonio silencioso del cariño de la gente, añadían un toque de color y fragancia a la escena. Una ronda de aplausos, sincera y emotiva, rompió el silencio, seguida de un minuto de silencio, un momento para la reflexión y la oración personal.

El tañido de las campanas, proveniente de las iglesias cercanas, se unió al coro de voces y sentimientos. Un sonido solemne, que resonaba en el aire como un último homenaje al Papa Francisco, un adiós que, aunque doloroso, estaba lleno de gratitud y esperanza. La Basílica de Guadalupe, su lugar predilecto, se convertía así en el epicentro de un adiós colectivo, un punto de encuentro para una comunidad de fe que, a pesar de la tristeza, miraba al futuro con la confianza puesta en el legado de un Papa que supo tocar el corazón del mundo.

Fuente: El Heraldo de México