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21 de abril de 2025 a las 19:55

El misterio del regreso papal a Argentina

La prolongada ausencia del Papa Francisco en Argentina, un misterio que ha tejido un sinfín de especulaciones, se erige como un enigma en el corazón de su pontificado. A pesar de la distancia geográfica, la conexión emocional con su tierra natal, palpable en cada carta escrita a puño y letra a amigos como Gustavo Vera, activista contra la trata, nunca se desvaneció. Estas misivas, escaneadas y enviadas con la regularidad de un latido constante, se convertían en un puente invisible que unía al Vaticano con las calles porteñas, testimonio silencioso de un amor incondicional por su patria.

El relato de Vera, confidente y receptor de la nostalgia papal, nos dibuja la imagen de un hombre que, inmerso en las responsabilidades de liderar la Iglesia Católica, nunca dejó de mirar hacia el sur. La nutrida presencia de argentinos en las audiencias papales, a lo largo de estos doce años, confirma la persistencia de un vínculo irrompible, un anhelo de cercanía que trascendía las fronteras y los protocolos.

La paradoja se agudiza al contemplar el itinerario de sus viajes pastorales. Brasil, Bolivia, Paraguay, Chile… naciones limítrofes con Argentina, abrazadas por su presencia. Incluso Perú, Ecuador, Cuba y México recibieron la bendición de su visita. Sin embargo, la tierra que lo vio nacer, la cuna de su vocación, permanecía intocada, como un territorio vedado por circunstancias invisibles. El fervor inicial, el orgullo de tener al primer Papa latinoamericano, se fue transformando en un murmullo de interrogantes, en un coro de voces discordantes que cuestionaban su ideología y sus decisiones.

La sombra del pasado, como un espectro ineludible, se proyectaba sobre su presente. La actuación de Bergoglio durante la dictadura militar argentina, el retiro de dos sacerdotes jesuitas que realizaban trabajo social en barrios vulnerables, se convirtió en un tema recurrente, en una herida abierta que dificultaba la reconciliación. Si bien existen testimonios de religiosos a los que ayudó a escapar, la polémica persistía, alimentando la controversia y ensombreciendo el anhelo de un regreso.

El desaire percibido por algunos sectores de la sociedad argentina, la crítica de los conservadores católicos a sus reformas, creaban un clima de tensión, un escenario complejo que hacía de su visita un desafío diplomático y emocional. La salud del Papa, un factor determinante en su avanzada edad, añadía otra capa de complejidad a la ecuación.

En sus propias palabras, la respuesta a la pregunta que resonaba en el aire: "¿Por qué no regresa a Argentina?". Una frase sencilla, pero cargada de significado: "Yo querría ir. Es mi pueblo, pero no está decidido. Hay varias cosas que resolver antes". Una declaración que deja entrever la profundidad del dilema, la tensión entre el deseo personal y las responsabilidades inherentes a su cargo, la esperanza de un reencuentro postergado, pero no olvidado. Un regreso que, como una promesa suspendida en el tiempo, continúa alimentando la expectativa de un pueblo que espera con los brazos abiertos.

Fuente: El Heraldo de México