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22 de abril de 2025 a las 00:15

El Legado del Papa: ¿Cuánto Dejó Francisco?

La partida del Papa Francisco ha dejado un vacío inmenso, no solo en el corazón de la Iglesia Católica, sino en el mundo entero. Su influencia trascendió las fronteras religiosas, convirtiéndose en un referente moral y ético para creyentes y no creyentes por igual. Su mensaje de humildad, compasión y justicia social resonó en todos los rincones del planeta, inspirando a millones a buscar un mundo más justo y fraterno.

Lo que más ha conmovido al mundo, tras su fallecimiento, es la confirmación de su austeridad y desapego a los bienes materiales. Mientras líderes políticos y figuras públicas acumulan fortunas, el Papa Francisco vivió con una sencillez que raya en lo ejemplar. Renunciar a un salario anual de 340 mil euros, una suma considerable para cualquiera, demuestra la profunda convicción con la que abrazó sus votos de pobreza. Este gesto, lejos de ser una simple formalidad religiosa, se tradujo en una vida coherente con sus principios.

Imaginen los aposentos papales, repletos de historia y opulencia, disponibles para su uso exclusivo. Sin embargo, Francisco prefirió la modestia de la Casa Santa Marta, un espacio sencillo y comunitario, donde compartía con otros religiosos. Esta elección refleja su deseo de vivir cerca de la gente, lejos de los privilegios y la ostentación que a menudo se asocian con el poder. No buscaba la comodidad personal, sino la cercanía con sus hermanos.

Rechazar los lujos no significó vivir en la precariedad. El Vaticano, como es lógico, cubría todas sus necesidades básicas: alimentación, viajes, seguridad, alojamiento. Pero Francisco nunca exigió más allá de lo estrictamente necesario. Su enfoque estaba puesto en el servicio, en la entrega a los demás, no en la acumulación de bienes.

Cien dólares. Esa es la cifra que, según diversos medios, constituía el patrimonio personal del Papa Francisco al momento de su muerte. Una cantidad ínfima, casi simbólica, que contrasta radicalmente con las inmensas fortunas de muchos líderes mundiales. No poseía propiedades, cuentas bancarias a título personal ni inversiones. Su riqueza residía en su espiritualidad, en su compromiso con los pobres, en su capacidad de amar y perdonar.

Este estilo de vida, tan alejado de la opulencia que en ocasiones ha rodeado a la alta jerarquía eclesiástica, es un testimonio elocuente de su humildad y su entrega a Dios. Francisco nos deja un legado invaluable, un ejemplo de vida que trasciende las palabras y nos invita a reflexionar sobre el verdadero significado de la riqueza. Su memoria permanecerá viva, no por los bienes que acumuló, sino por el amor que sembró en el mundo. Un amor que, como él mismo nos enseñó, es el mayor tesoro que podemos poseer. Un amor que se mide en la capacidad de dar, de servir, de construir un mundo más justo y fraterno para todos.

Fuente: El Heraldo de México