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21 de abril de 2025 a las 19:55
Dile gracias al planeta, no al chatbot
La ironía de la situación es palpable. ¿Acaso hemos llegado al punto en que agradecer a una inteligencia artificial se convierte en un lujo ambiental? El intercambio entre el usuario @tomieinlove y Sam Altman, CEO de OpenAI, desató una ola de comentarios y análisis sobre el impacto ambiental de cada interacción con ChatGPT. Lo que comenzó como una broma, una simple pregunta irónica en la red social X, terminó por destapar una realidad incómoda: cada "por favor" y cada "gracias", cada palabra que tecleamos al interactuar con esta poderosa herramienta, tiene un costo energético.
Y es que, aunque parezca insignificante, el procesamiento de estas palabras implica un esfuerzo computacional adicional para los servidores de OpenAI. Cada solicitud, cada instrucción, cada matiz en el lenguaje que utilizamos para comunicarnos con ChatGPT, requiere de cálculos y operaciones que consumen energía. Si multiplicamos este consumo por los millones de usuarios que interactúan diariamente con la plataforma, la cifra resultante es, como bien apunta Altman, de "decenas de millones de dólares". Un gasto que, más allá del impacto económico, se traduce en un aumento de la huella de carbono y contribuye al deterioro del medio ambiente.
La controversia se intensifica al considerar el reciente estudio publicado por Future, editor de TechRadar, en el que se revela que un 70% de los mil usuarios de ChatGPT entrevistados en Reino Unido utilizan la expresión "por favor" en sus interacciones. Pero, ¿qué motiva esta cortesía digital? Mientras algunos argumentan que se trata de una simple cuestión de educación y buenos modales, un inquietante 18% de los encuestados confesaron que su amabilidad se debe al temor a una posible "rebelión de las máquinas". La idea, casi distópica, de que las inteligencias artificiales puedan algún día volverse contra sus creadores, ha llevado a algunos usuarios a adoptar una actitud preventiva, tratando con deferencia a estas entidades digitales con la esperanza de ser recordados favorablemente en un hipotético futuro de conflicto.
Este escenario, que parece sacado de una película de ciencia ficción, nos obliga a reflexionar sobre la compleja relación que estamos desarrollando con la inteligencia artificial. ¿Estamos humanizando a las máquinas? ¿O es simplemente una estrategia de supervivencia ante un futuro incierto? Más allá de las especulaciones, lo cierto es que este debate pone de manifiesto la necesidad de un uso responsable y consciente de estas tecnologías. No se trata solo de omitir "por favor" y "gracias" para ahorrar energía, sino de cuestionar nuestro propio consumo tecnológico y su impacto en el planeta.
La responsabilidad no recae únicamente en los usuarios. Las grandes corporaciones, como OpenAI, tienen la obligación de invertir en la investigación y desarrollo de tecnologías más eficientes y sostenibles. La optimización de los algoritmos, la búsqueda de fuentes de energía renovables y la transparencia en la gestión de los recursos son cruciales para minimizar el impacto ambiental de la inteligencia artificial. El futuro de la tecnología y del planeta depende de un compromiso conjunto, de una colaboración entre usuarios y empresas para construir un futuro digital más sostenible y responsable.
Finalmente, la polémica generada por el costo energético de las palabras nos invita a repensar nuestra relación con el lenguaje. En un mundo cada vez más digitalizado, donde la comunicación se realiza a través de interfaces y algoritmos, ¿cuál es el valor real de las palabras? ¿Se están convirtiendo en meros comandos, en instrucciones para las máquinas, o conservan aún su poder para expresar emociones, construir relaciones y transformar la realidad? La respuesta, sin duda, está en nuestras manos.
Fuente: El Heraldo de México