
21 de abril de 2025 a las 09:35
Descubre el Humanismo: Europa y Mesoamérica
El impacto de la Peste Negra en Europa no se limitó a la devastación demográfica. La crisis existencial que provocó, al poner en jaque la capacidad de la Iglesia para ofrecer consuelo, abrió las puertas a una nueva forma de entender el mundo. El redescubrimiento de los clásicos grecolatinos, con su énfasis en la razón y la capacidad humana, prendió la mecha del Renacimiento. Este movimiento, surgido en las prósperas ciudades italianas, no solo transformó el arte y la literatura, sino que sentó las bases del humanismo, una filosofía centrada en la dignidad del individuo y su potencial para forjar su propio destino. Desde Petrarca y Boccaccio, la llama del humanismo se extendió por Europa, dando lugar a corrientes de pensamiento como el racionalismo, la Ilustración y, finalmente, los derechos humanos que hoy consideramos fundamentales.
Pero el Renacimiento no fue el único escenario donde floreció el humanismo. Al otro lado del Atlántico, en Mesoamérica, se desarrollaba una concepción similar del ser humano, aunque con raíces y características propias. Mucho antes de la llegada de los europeos, pueblos como los mexicas, mayas y toltecas cultivaban una filosofía que valoraba el equilibrio, la sabiduría y la educación integral. Su visión del cosmos y del lugar del hombre en él, plasmada en impresionantes manifestaciones artísticas y literarias, demuestra una profunda reflexión sobre la existencia y la importancia de la vida comunitaria. Este humanismo mesoamericano, como lo demuestran los estudios de Miguel León-Portilla, no se limitaba a una élite intelectual, sino que permeaba la vida cotidiana de las comunidades.
El choque entre estos dos mundos, el europeo y el mesoamericano, fue un evento trascendental, cuyas consecuencias aún resuenan en nuestros días. Si bien la Conquista trajo consigo violencia y destrucción, también propició un encuentro inesperado entre dos formas de humanismo. Figuras como Bartolomé de las Casas, Vasco de Quiroga y Bernardino de Sahagún, representan la corriente humanista española que defendió los derechos de los indígenas frente a la explotación y la opresión. Su labor, a menudo en contra de los intereses de la Corona, fue crucial para preservar la dignidad y la cultura de los pueblos originarios.
En el crisol del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, fundado en 1536, se fusionaron el humanismo indígena y el europeo, dando lugar a una nueva generación de pensadores. Indígenas descendientes de la nobleza, como Antonio Valeriano de Azcapotzalco y Fernando de Alba Ixtlilxóchitl, se formaron en las letras clásicas y en la tradición intelectual europea, sin renunciar a sus raíces culturales. Esta síntesis única dio origen a un humanismo mesoamericano que no solo reivindicaba la dignidad del ser humano, sino que también abrazaba la lucha por la soberanía, la justicia social y el respeto a la naturaleza.
Lejos de desaparecer, este humanismo mesoamericano continúa vivo en las comunidades indígenas de México. Se manifiesta en la preservación de sus lenguas, sus tradiciones y su cosmovisión. Es una fuerza cultural y política que ha influido en la historia del país, desde la lucha por la independencia hasta la promulgación de la Constitución de 1917, pionera en el reconocimiento de los derechos económicos, sociales y culturales. Este legado humanista, con su énfasis en la justicia, la igualdad y el respeto a la diversidad, sigue inspirando a las nuevas generaciones y proyecta su influencia en la política exterior de México, un tema que exploraremos en nuestra próxima entrega.
Fuente: El Heraldo de México