La angustia se palpa en el aire cargado de humedad caribeña. Siete días, siete noches interminables desde que Tatiana Hernández Díaz, una prometedora estudiante de medicina, se esfumó como un susurro en el viento. Su última aparición, registrada en el bullicioso Hospital de Bocagrande, se ha convertido en un fotograma repetido en la mente de su madre, Lucy Díaz, quien con la voz quebrada por la desesperación, lanza un grito de auxilio a través de las cámaras de televisión. Su mensaje, cargado de un amor inquebrantable, es una súplica desgarradora que resuena en cada rincón de Cartagena: “Tatiana, mi amor, si aún puedes escucharme, regresa a casa. Mis brazos están abiertos para ti, nunca te abandonaremos. Tu familia, tus amigos, tus hermanos, todos te esperamos. Si puedes, alza la mano, pide ayuda. Te estoy esperando con el alma en vilo.”

La desesperación de una madre se ve agravada por la crueldad de quienes buscan lucrar con su dolor. Lucy Díaz denuncia la aparición de oportunistas sin escrúpulos que, aprovechándose de la tragedia, intentan extorsionarla con falsas promesas de información sobre el paradero de Tatiana. Le exigen dinero a cambio de datos que nunca llegan, jugando con su angustia y alimentando una esperanza que se desvanece con cada llamada engañosa. “Me piden dinero, pero no dan información concreta. Les imploro que me envíen una foto, les ofrezco pagar lo que sea, pero insisten en que consigne primero. Son estafadores que se aprovechan de nuestro dolor”, relata con indignación. Cada llamada, cada falsa pista, es una puñalada en el corazón de una madre que se aferra a la esperanza de volver a ver a su hija. Con admirable entereza, Lucy ha entregado todas estas llamadas a la policía, quienes confirman que se trata de estafas. La investigación continúa, luchando contra el reloj y contra la maldad que se esconde en las sombras.

En medio de la tormenta, un rayo de luz: la colaboración de las autoridades y la solidaridad de los medios de comunicación. Las cámaras de seguridad aledañas al Hospital de Bocagrande se revisan minuciosamente, buscando cualquier indicio que pueda arrojar luz sobre la ruta que siguió Tatiana. ¿Estaba sola? ¿Alguien la acompañaba? Cada detalle, por insignificante que parezca, puede ser la clave para resolver el misterio de su desaparición. La Universidad Militar Nueva Granada, donde Tatiana cursa sus estudios, se une al clamor colectivo, enviando un mensaje de esperanza y solicitando a cualquier persona que tenga información que se comunique con las autoridades.

La incertidumbre se cierne sobre Cartagena. Las horas se convierten en días, y los días en una agonizante espera. La última vez que se vio a Tatiana fue el 13 de abril, después de una jornada de estudio con sus compañeros en el Hospital de Bocagrande. Confesó sentirse estresada y decidió caminar hacia una playa cercana. Desde entonces, el silencio. Un silencio que aturde y que alimenta la angustia de una familia y una ciudad entera. Dumek Turbay, alcalde de Cartagena, y Bruno Hernández, secretario del Interior y de Gobierno, han anunciado una recompensa de 50 millones de pesos colombianos por información que conduzca al paradero de Tatiana. Una suma considerable que refleja la determinación de las autoridades por encontrar a la joven estudiante y devolver la tranquilidad a su familia. La esperanza, aunque tenue, sigue viva. Cartagena espera el regreso de Tatiana.