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20 de abril de 2025 a las 20:30

Domingo de fiesta, adiós carrera.

La noche del 25 de enero de 2010, la Ciudad de México vibraba con la energía propia de un domingo por la noche. Entre las luces y el bullicio de la capital, Salvador Cabañas, el ídolo paraguayo, el "Mariscal" que comandaba la ofensiva del América, se dirigía al Bar Bar, un conocido club nocturno. Nadie podía imaginar que en ese lugar, en un instante, la trayectoria brillante de un goleador nato se vería truncada, marcando un antes y un después en la historia del fútbol mexicano.

Dentro del baño del Bar Bar, un encuentro fortuito con José Jorge Balderas Garza, alias el "JJ", cambiaría el destino de Cabañas para siempre. Un disparo a quemarropa en la cabeza resonó en la noche, silenciando la música y las risas. La noticia se propagó como pólvora: Cabañas, el artillero implacable, luchaba por su vida. El hermetismo inicial dio paso a la incertidumbre y a la angustia. ¿Cuáles fueron los motivos del ataque? ¿Se trataba de un ajuste de cuentas, un robo fallido o una simple riña? Las especulaciones corrían como reguero de pólvora, alimentando la conmoción que embargaba al mundo del fútbol.

Tras una operación de alto riesgo, Cabañas logró sobrevivir. La bala, alojada en su cabeza, desafió todos los pronósticos médicos. Sin embargo, el milagro de la vida trajo consigo secuelas devastadoras. El "Mariscal" despertó del coma, pero su cuerpo, antes ágil y preciso en la cancha, ahora enfrentaba limitaciones. Sus habilidades motoras se vieron afectadas, comprometiendo su futuro en el deporte profesional. La noticia golpeó a la afición americanista y al fútbol mexicano en general. La carrera del goleador paraguayo, en su punto más álgido, se apagaba de forma abrupta y trágica.

El camino hacia la recuperación fue largo y arduo. Lejos de los estadios repletos y los flashes de las cámaras, Cabañas libró una batalla silenciosa contra sus propias limitaciones. Con una fuerza admirable, aprendió a convivir con las secuelas del incidente, demostrando una resiliencia que inspiró a muchos. Alejado de los reflectores, Cabañas regresó a su natal Paraguay. Para reconstruir su vida, se dedicó a la panadería, un oficio humilde que le permitió reencontrarse con la cotidianidad.

Aunque su carrera en primera división terminó abruptamente, el amor por el fútbol nunca se extinguió en el corazón del "Mariscal". Encontró refugio en las canchas de divisiones inferiores, donde pudo seguir disfrutando del deporte que lo apasionaba. Su historia, marcada por la tragedia y la superación, se convirtió en un testimonio de vida. Hoy en día, Salvador Cabañas comparte sus experiencias en charlas y conferencias, inspirando a otros con su mensaje de perseverancia y esperanza. Su legado, más allá de los goles y los títulos, reside en la fortaleza que demostró ante la adversidad, convirtiéndose en un símbolo de lucha y superación para todos aquellos que enfrentan sus propias batallas. La noche del 25 de enero de 2010 quedará grabada en la memoria del fútbol mexicano, no solo por la tragedia que representó, sino también por la lección de vida que dejó Salvador Cabañas, el "Mariscal" que nunca se rindió.

Fuente: El Heraldo de México