
19 de abril de 2025 a las 18:25
Tragedia en Viernes Santo: Bebé ahogado en Juárez.
La tragedia ha vuelto a golpear a las familias del norte de México, recordándonos la fragilidad de la vida y la importancia de la vigilancia constante, especialmente cuando se trata de los más pequeños. Dos sucesos recientes, separados por apenas unos días y kilómetros, han dejado un profundo dolor en las comunidades de Juárez, Nuevo León y Apodaca. Dos pequeños, cuyas vidas apenas comenzaban, se han visto truncadas de manera abrupta, dejando un vacío irreparable en sus familias y un llamado a la reflexión para toda la sociedad.
En Juárez, la alegría del Viernes Santo se transformó en un desgarrador llanto. Un niño de tan solo dos años perdió la vida en un accidente en una alberca residencial. Imaginen la escena: una tarde que prometía risas y juegos, convertida en una pesadilla. La velocidad con la que estos accidentes ocurren es escalofriante. Un instante de descuido puede bastar para que la tragedia se desate. Los familiares, desesperados, trasladaron al pequeño a la clínica 68 del IMSS, aferrándose a la esperanza de un milagro que, lamentablemente, no llegó. La noticia de su fallecimiento resonó como un trueno en la comunidad, dejando a su paso una estela de dolor e incredulidad.
Este triste suceso nos recuerda la vital importancia de la supervisión constante alrededor de las albercas, especialmente cuando hay niños pequeños presentes. Instalar cercas de seguridad, utilizar alarmas y chalecos salvavidas, son medidas que pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte. No podemos bajar la guardia ni un segundo. La seguridad de nuestros hijos debe ser siempre nuestra prioridad absoluta.
Apenas unos días antes, en Apodaca, Nuevo León, otra familia se enfrentaba a una tragedia similar, aunque en circunstancias diferentes. Durante una fiesta familiar en la colonia Valle San Miguel, un accidente fortuito terminó con la vida de otro menor. En medio de la celebración, una mujer tropezó y cayó accidentalmente sobre el niño, provocándole un golpe fatal. La alegría de la reunión se transformó en un escenario de pánico y desesperación. Los presentes, atónitos, presenciaron cómo la vida del pequeño se apagaba. Al igual que en el caso de Juárez, los familiares lo trasladaron de inmediato a un centro médico, pero ya era demasiado tarde.
Estos dos eventos, tan cercanos en el tiempo y en la geografía, nos obligan a reflexionar sobre la importancia de la prevención y la responsabilidad que tenemos como adultos de proteger a los niños. Si bien los accidentes son inevitables, muchas veces podemos minimizar los riesgos tomando las precauciones adecuadas. En el caso de las albercas, es fundamental extremar las medidas de seguridad. En reuniones familiares, debemos estar atentos al entorno y a los posibles peligros, especialmente si hay niños pequeños presentes.
El dolor de estas familias nos conmueve profundamente. Es un recordatorio doloroso de que la vida es frágil y que debemos valorarla cada día. Acompañemos a estas familias en su duelo, ofreciendo nuestro apoyo y solidaridad en estos momentos tan difíciles. Y aprendamos de estas tragedias para que no se repitan. La seguridad de nuestros niños es una responsabilidad compartida. Trabajemos juntos para crear entornos seguros y protegidos para ellos, para que puedan crecer y disfrutar de la vida plenamente.
Fuente: El Heraldo de México