La densa columna de humo negro que se alzaba amenazante sobre Iztapalapa la tarde del sábado 19 de abril presagiaba algo más que un simple incendio de pasto seco. El olor acre a quemado, que se aferraba a la garganta y picaba en los ojos de los vecinos de la colonia Desarrollo Urbano Quetzalcóatl, era un testimonio silencioso de la tragedia que se ocultaba entre las llamas. Los Bomberos de la Ciudad de México, siempre valientes ante el peligro, respondieron con la celeridad que los caracteriza al reporte del incendio en Camino a Zapotitlán. A su llegada, el panorama era desolador: una extensión de aproximadamente 500 metros cuadrados, consumida por un voraz incendio que se alimentaba de pasto seco y basura acumulada.

Mientras las brigadas luchaban contra el implacable fuego, con mangueras que parecían serpientes de agua desafiando al infierno, un descubrimiento macabro heló la sangre de todos los presentes. Entre los restos calcinados, se ocultaba un cuerpo humano. El silencio se apoderó del lugar, el rugir de las llamas y el silbido del agua al evaporarse se convirtieron en un telón de fondo para la tragedia que se revelaba ante sus ojos. La noticia corrió como la pólvora entre los vecinos, el murmullo incrédulo se propagaba de boca en boca, alimentando la incertidumbre y el miedo. ¿Quién era la víctima? ¿Cómo había llegado hasta allí? Las preguntas, sin respuesta aún, flotaban en el aire cargado de humo y desolación.

Las autoridades, con la seriedad que amerita la situación, acordonaron la zona, convirtiendo el escenario del incendio en una escena del crimen. Peritos y agentes de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México iniciaron las investigaciones correspondientes, recabando evidencias entre las cenizas y los restos calcinados, buscando pistas que les permitan reconstruir los hechos y dar respuesta a las interrogantes que atormentan a la comunidad.

El Jefe Vulcano, a través de su cuenta oficial de Twitter, informó a la ciudadanía sobre la conclusión del servicio de extinción del incendio, pero el eco de la tragedia resonaba más allá del mensaje oficial. La consternación se apoderó de las redes sociales, donde vecinos y ciudadanos expresaban su pesar y exigían justicia para la víctima. Este lamentable suceso nos recuerda la fragilidad de la vida y la importancia de la prevención de incendios, especialmente en zonas con acumulación de material inflamable. La investigación continúa, y con ella la esperanza de que se esclarezcan las circunstancias de este terrible acontecimiento y se brinde consuelo a los familiares de la víctima. Mientras tanto, Iztapalapa llora en silencio, cubierta por un manto de humo y tristeza.