
19 de abril de 2025 a las 23:45
Masacre en Palenque: 11 muertos en pelea de gallos
La masacre ocurrida en la gallera de Manabí la noche del jueves 17 de abril ha dejado una profunda cicatriz en la sociedad ecuatoriana. La brutalidad del ataque, perpetrado por falsos militares que irrumpieron a sangre fría en un evento popular, ha conmocionado al país y reavivado el debate sobre la creciente inseguridad que se vive a diario. El eco de las ráfagas de disparos, capturadas en videos que circulan en redes sociales, resuena en la memoria colectiva como un recordatorio sombrío de la vulnerabilidad que se respira en las calles. Las imágenes de los asistentes huyendo despavoridos, buscando refugio ante la lluvia de balas, son un testimonio desgarrador de la tragedia.
Más allá de las cifras oficiales, que hablan de al menos doce fallecidos y un número aún indeterminado de heridos, la masacre de Manabí representa una fractura en el tejido social. El robo de aproximadamente 20.000 dólares, aunque significativo, palidece ante la magnitud de la pérdida humana y el impacto psicológico en la comunidad. La violencia desmedida, la frialdad de los asesinos y la aparente impunidad con la que operan, generan un clima de miedo e incertidumbre que paraliza a la ciudadanía.
La rápida respuesta de las autoridades, con la detención de cuatro sospechosos vinculados a la banda criminal 'Los R7', ofrece un atisbo de esperanza en medio de la oscuridad. El hallazgo de uniformes militares, armas de grueso calibre y otros elementos que vinculan a los detenidos con el crimen, refuerza la hipótesis de una operación planificada y ejecutada por una organización criminal con alta capacidad operativa. Sin embargo, la pregunta que queda en el aire es si estas detenciones serán suficientes para desmantelar la estructura criminal y frenar la ola de violencia que azota al país.
El hecho de que los criminales se hayan disfrazado de militares añade una capa de complejidad al caso. Esta estrategia no solo les permitió infiltrarse en el evento con mayor facilidad, sino que también siembra la duda sobre posibles conexiones con las fuerzas del orden. La investigación deberá profundizar en este aspecto para descartar cualquier tipo de complicidad o infiltración de las bandas criminales en las instituciones del Estado.
La masacre de Manabí no es un hecho aislado. Se enmarca en un contexto de creciente violencia en Ecuador, atribuida al fortalecimiento de las bandas criminales locales y al ingreso de cárteles transnacionales que utilizan el país como plataforma para el narcotráfico. La ubicación estratégica de Ecuador, entre Colombia y Perú, dos de los mayores productores de cocaína del mundo, lo convierte en un territorio vulnerable al crimen organizado.
La ciudadanía exige respuestas contundentes por parte del gobierno. Se necesitan medidas urgentes para fortalecer la seguridad, combatir la impunidad y recuperar la confianza en las instituciones. La lucha contra el crimen organizado requiere un enfoque integral que aborde las causas estructurales de la violencia, como la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades. Además, es fundamental la cooperación internacional para combatir el narcotráfico y el lavado de activos, dos de las principales fuentes de financiamiento de las bandas criminales.
El dolor y la indignación que ha generado la masacre de Manabí deben servir como un llamado a la acción. Es el momento de unir fuerzas, como sociedad, para construir un Ecuador más seguro y pacífico, donde la vida humana sea el valor supremo y la justicia prevalezca sobre la impunidad. No podemos permitir que la violencia se normalice y que el miedo nos paralice. El futuro del país está en juego.
Fuente: El Heraldo de México