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19 de abril de 2025 a las 00:15

Revive la magia de los shimos en Álvaro Obregón.

La chispa de la tradición, avivada en Santa Rosa Xochiac, no se apaga. Generación tras generación, el espíritu travieso de los shimos se manifiesta en las manos laboriosas de "Los de Siempre", quienes, como alquimistas del cartón y el engrudo, dan vida a colosos efímeros destinados a un final explosivo. No son simples figuras, sino la encarnación tangible de los pesares, las flaquezas y los demonios internos que acechan en la sombra.

Mucho antes de que el acero PTR se convirtiera en el esqueleto de estos gigantes, los shimos eran espectros de tela, alimentados por el fuego del petróleo, un ritual ancestral que se desvaneció en la memoria colectiva alrededor de 1965. Pero el olvido no es eterno, y como el ave fénix, la tradición resurgió de las cenizas gracias a la visión de Don Claudio Zamora Callejas, un hombre que entendió la importancia de preservar las raíces culturales de su pueblo.

En los años 80, en una reunión impregnada de nostalgia y anhelo por las costumbres perdidas, Don Claudio, junto a su círculo de amigos y familiares, insufló nueva vida a la tradición, transformando los diablos de trapo en imponentes figuras de cartón, de dos a tres metros de altura. Desde entonces, "Los de Siempre" se han convertido en guardianes de esta herencia cultural, transmitiendo su conocimiento y pasión a las nuevas generaciones.

Imaginen el bullicio y la algarabía en Santa Rosa Xochiac desde el mes de febrero. Las ideas fluyen, los bocetos toman forma y la planificación minuciosa se convierte en el preludio de la creación. Marzo llega cargado de energía creativa, el diseño se materializa y las manos hábiles moldean el cartón y el papel, transformándolos en imponentes estructuras. Varas de garambullo y carrizo, como arterias de la tradición, se entrelazan para dar soporte a estos gigantes, mientras el engrudo, como un bálsamo mágico, une cada fragmento, cada detalle. Finalmente, el pincel, guiado por la inspiración artística de Oswaldo Zamora Carrasco y otros miembros del grupo, viste a los shimos con colores vibrantes, dotándolos de una personalidad única.

El Jueves Santo, los shimos, imponentes y desafiantes, aguardan su momento de gloria. Aún pueden recibir algún retoque final, un último trazo de color, antes de entregarse al fervor popular. El Viernes Santo, el pueblo se viste de fiesta. El desfile, un torrente de alegría y tradición, recorre las calles de Santa Rosa Xochiac, con los shimos como protagonistas indiscutibles. La Avenida Desierto de los Leones, Progreso y Máximo Silva se convierten en el escenario de esta procesión pagana, un ritual que une a la comunidad en un abrazo colectivo.

El Sábado de Gloria, la tensión se palpa en el ambiente. El repiqueteo de las matracas y las porras entusiastas acompañan el último recorrido de los shimos, que avanzan implacables hacia su destino final: el campo de fútbol. Allí, bajo el manto de la noche, el fuego purificador consume a estos gigantes de cartón, liberando al pueblo de sus demonios internos y renovando el espíritu para un nuevo ciclo.

Más allá del espectáculo visual y la catarsis colectiva, la tradición de los shimos representa un vínculo inquebrantable con la identidad de Santa Rosa Xochiac. Es una celebración que fortalece los lazos familiares y comunitarios, un recordatorio de que la cultura y las tradiciones son el alma de un pueblo. Es un legado que se transmite de generación en generación, una llama que se niega a apagarse.

Fuente: El Heraldo de México