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18 de abril de 2025 a las 04:40

Madres buscadoras: Iglesia pide perdón

Un Jueves Santo cargado de simbolismo y un llamado a la profunda reflexión sacudió los cimientos de la Iglesia Católica en México. En una ceremonia sin precedentes, el Arzobispo Primado de México, Carlos Aguiar Retes, lavó los pies a representantes de tres grupos vulnerables que claman justicia y consuelo: madres buscadoras, migrantes y familiares de víctimas de suicidio. Este acto, cargado de significado, resonó como un eco del clamor de los desamparados y una autocrítica a la falta de caridad y atención que la propia Iglesia reconoce.

Lejos de ser un mero ritual, el lavatorio de pies se convirtió en un poderoso mensaje de solidaridad y empatía. Las lágrimas contenidas de las madres buscadoras, la mirada esperanzada de los migrantes y el dolor aún latente de quienes perdieron a un ser querido por suicidio, testimoniaron la profunda herida social que estos grupos representan. El Arzobispo, al inclinarse ante ellos, no sólo lavó sus pies, sino que simbolizó la necesidad de lavar las propias culpas como sociedad, de reconocer la indiferencia que a menudo rodea el sufrimiento ajeno y de asumir la responsabilidad de construir un mundo más justo y compasivo.

La elección de estos tres grupos no fue casual. Las madres buscadoras, incansables luchadoras que recorren el país en busca de sus hijos desaparecidos, representan la desesperación ante la violencia y la impunidad. Su presencia en la Catedral Metropolitana, un espacio tradicionalmente reservado para la jerarquía eclesiástica, es un grito silencioso que exige justicia y verdad. Los migrantes, forzados a abandonar sus hogares en busca de una vida mejor, personifican la vulnerabilidad y la esperanza. Su inclusión en la ceremonia es un recordatorio de la obligación moral de acoger al extranjero y de reconocer su dignidad inherente. Finalmente, los familiares de víctimas de suicidio, muchas veces silenciados por el estigma y el dolor, representan la necesidad de brindar apoyo emocional y espiritual a quienes enfrentan la pérdida de un ser querido en circunstancias tan trágicas.

Las palabras del Arzobispo, "Jesús camina con ellos, a pesar de las adversidades", resonaron con fuerza en la Catedral. Este mensaje de esperanza, en medio de la oscuridad y el dolor, es un llamado a la acción, una invitación a caminar junto a los más vulnerables y a construir un futuro donde la justicia, la paz y la solidaridad sean los pilares fundamentales. La repercusión de este acto simbólico se extendió más allá de los muros de la Catedral, llegando a otras diócesis del país como Chiapas y Guerrero, donde se replicó el lavatorio de pies a víctimas de la violencia. Esta ola de solidaridad es un signo alentador de que la Iglesia está dispuesta a asumir un rol más activo en la defensa de los derechos humanos y en la construcción de una sociedad más justa.

Más allá de la polémica que pueda generar, este gesto sin precedentes abre un diálogo necesario sobre la responsabilidad social de la Iglesia y su compromiso con los más necesitados. ¿Será este el inicio de un cambio profundo en la forma en que la Iglesia se relaciona con la sociedad? ¿Se traducirá este acto simbólico en acciones concretas que brinden apoyo real a estos grupos vulnerables? El tiempo lo dirá. Lo cierto es que este Jueves Santo quedará marcado en la historia como un día en que la Iglesia, a través de un gesto humilde y cargado de significado, reconoció su propia falibilidad y se comprometió a caminar junto a los que más sufren. Un camino que, sin duda, estará lleno de desafíos, pero que también ofrece la posibilidad de construir un futuro más humano y esperanzador. La resonancia de este acto, más allá de las paredes de la Catedral, es un llamado a la reflexión y a la acción para todos nosotros. ¿Qué podemos hacer, desde nuestro lugar, para aliviar el sufrimiento de los demás y construir un mundo más justo? Esa es la pregunta que debemos hacernos hoy.

Fuente: El Heraldo de México