
18 de abril de 2025 a las 09:25
El Regreso de Marisa Polin
La vuelta de Marisa a México tras años de andanzas por el mundo no es un simple regreso, es una reincorporación, una reintegración de la artista a su esencia. Es como si la tierra que la vio nacer llamara a su hija pródiga, y ésta, empapada de experiencias, respondiera a la llamada con una maleta llena de historias plasmadas en color y forma. No son simples recuerdos los que trae consigo, sino vivencias transformadas en arte, en un lenguaje visual que dialoga con la experiencia humana. Su obra no se limita a la estética, sino que trasciende a la emotividad, a la necesidad de compartir la carga de un viaje interior, un periplo que la ha llevado desde La Haya hasta Londres, y que finalmente la deposita de nuevo en su México natal.
Esta exposición, que tendrá lugar en la colonia Roma, no es una muestra más, es una ventana al alma de la artista. Es la culminación de un proceso de introspección, de asimilación de las vivencias, de las conversaciones con la señora del mercado en un idioma desconocido, con el niño del parque en otro, con el plomero que arregló una tubería rota en su pequeño apartamento londinense. Cada pieza es un fragmento de este diálogo constante, una conversación que Marisa ha mantenido consigo misma y con el mundo a lo largo de su travesía. Es una conversación que ahora nos invita a compartir.
Marisa Polin no se limita a crear arte, lo vive. Su proceso creativo es una forma de liberación, una catarsis que se materializa en líneas, colores, texturas. Es la tenacidad del que duda e indaga, la perseverancia del que experimenta y observa. Es la misma tenacidad con la que un niño construye castillos de arena en la playa, sabiendo que la marea los borrará. Y es precisamente esa efimeridad, esa consciencia de la fugacidad, lo que le da a su obra una fuerza singular.
Su arte no se encasilla en una escuela o estilo, porque, como la propia vida, fluye y se transforma. Transita de la denuncia social a la simpleza de un cactus, de la belleza de un grillo a la abstracción de planos y vórtices. Es una danza constante entre la figuración y la abstracción, entre la armonía y la disonancia, entre la comedia y la tragedia. Es un reflejo de la complejidad del ser humano, de la dualidad inherente a nuestra existencia.
En sus obras, los colores crean contrapesos y equilibrios, como si se tratara de una composición musical. Son notas visuales que vibran en la tela, que dialogan entre sí, que nos cuentan una historia sin palabras. Son códigos gráficos que invitan a la interpretación, a la introspección, a la conexión con nuestro propio mundo interior.
La invitación de Francisco Moreno a “sentarnos a la mesa” que Marisa nos ofrece no es una simple metáfora. Es una invitación a sumergirnos en su universo creativo, a dejarnos nutrir por la intensidad de sus emociones, a conectar con la vulnerabilidad y la fuerza de su ser mujer en un mundo caótico. Es una invitación a contemplar la belleza en la imperfección, a encontrar el remanso en la tormenta, a descubrir la poesía en lo cotidiano. Es, en definitiva, una invitación a vivir el arte.
Fuente: El Heraldo de México