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18 de abril de 2025 a las 17:10

Dueña ataca veterinaria: Tragedia canina en Durango

La pérdida de una mascota es un dolor desgarrador, comparable a la pérdida de un miembro de la familia. Entendemos la angustia y la desesperación que se siente en esos momentos, esa sensación de vacío y la necesidad de encontrar respuestas. Sin embargo, transformar el dolor en violencia nunca es la solución. El caso ocurrido en Durango, donde una dueña agredió físicamente a la veterinaria tras el fallecimiento de su perro pug, nos obliga a reflexionar sobre la importancia de la empatía y el respeto, incluso en las situaciones más difíciles.

El video del incidente, que rápidamente se viralizó en redes sociales bajo la etiqueta #Durango y #Noti12, muestra a la dueña jalando del cabello a la veterinaria, quien momentos antes atendía al pequeño pug ya sin vida. La imagen es impactante y genera un debate necesario: ¿dónde está el límite entre el dolor justificable y la agresión inaceptable?

Itzel AP, la dueña del pug, argumenta que la veterinaria cometió negligencias médicas que llevaron al fallecimiento de su mascota. Según su versión, el perro ingresó a la clínica en estado estable y, minutos después, la veterinaria decidió intubarlo en la cámara de oxigenoterapia. Itzel cuestiona la necesidad de este procedimiento y la duración del mismo, alegando que la veterinaria la contactó 15 minutos después para informarle del agravamiento de la salud de su mascota. Su indignación, palpable en sus declaraciones en redes sociales, la llevó a tomar justicia por su propia mano.

No obstante, es fundamental recordar que los profesionales veterinarios, al igual que los médicos humanos, trabajan con seres vivos cuyas reacciones pueden ser impredecibles. Emmanuel Nava, trabajador de la clínica Navet, explica que no se puede garantizar la vida de una mascota, ya que se trata de organismos complejos con diferentes respuestas a los tratamientos. Además, Nava denuncia que dos empleados de la clínica requirieron atención médica debido a las agresiones de la dueña, un hecho que, según él, no se refleja completamente en el video difundido.

Este incidente pone de manifiesto la necesidad de una comunicación clara y empática entre veterinarios y dueños de mascotas. Es crucial que los veterinarios expliquen detalladamente los procedimientos, los posibles riesgos y los pronósticos, de manera que los dueños puedan tomar decisiones informadas y comprender la complejidad de cada caso. Asimismo, los dueños deben ser conscientes de que los profesionales veterinarios hacen todo lo posible por el bienestar de sus pacientes, y que la muerte de una mascota, aunque dolorosa, no siempre es resultado de una negligencia.

La violencia nunca es la respuesta. En momentos de dolor y frustración, es importante buscar apoyo en familiares, amigos o grupos de apoyo. Existen recursos disponibles para ayudar a las personas a afrontar la pérdida de una mascota, y recurrir a la violencia solo agrava la situación y puede tener consecuencias legales.

Este caso nos invita a reflexionar sobre cómo manejamos nuestras emociones y cómo interactuamos con los demás, especialmente en situaciones de estrés. La empatía, el respeto y la comunicación son fundamentales para construir una sociedad más justa y compasiva, incluso en los momentos más difíciles. El dolor de Itzel es comprensible, pero la violencia nunca justificable. Esperamos que este incidente sirva para abrir un diálogo constructivo sobre la importancia del respeto hacia los profesionales veterinarios y la búsqueda de canales pacíficos para resolver conflictos.

Fuente: El Heraldo de México