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18 de abril de 2025 a las 19:50

Crimen pasional: Whisky y un mensaje escalofriante

La tranquilidad de la tarde del martes en Argentina se vio abruptamente interrumpida por un acto de violencia inimaginable. Adrián Pérez, de 54 años, no sólo arrebató la vida de su expareja, Rosana Silvina Rotchen, de 51 años, con un disparo en la cabeza, sino que lo hizo con una frialdad que estremece. Sus acciones posteriores, lejos de reflejar arrepentimiento o dolor, pintan un cuadro escalofriante de crueldad y desapego.

Tras el brutal asesinato, Pérez, lejos de buscar huir o esconder su crimen, colocó el cuerpo de Rosana en su camioneta. Imaginen la escena: la víctima yaciente en el vehículo, mientras su victimario, con una tranquilidad perturbadora, se sienta a beber whisky. Como si la vida de Rosana no valiera más que el tiempo que le tomaba vaciar un vaso. Un acto de desprecio absoluto por la vida humana, una demostración de insensibilidad que hiela la sangre.

Y como si la brutalidad del asesinato y la macabra escena posterior no fueran suficientes, Pérez decidió dar un paso más en su espiral de perversidad. Contactó a uno de los hijos de Rosana para informarle, con una frialdad inaudita, lo que había hecho. ¿Qué clase de mente puede concebir semejante acto? ¿Cómo es posible notificar a un hijo de la pérdida de su madre de una manera tan cruel y despiadada?

La llegada de la policía, alertada por el hijo de la víctima, reveló la magnitud del horror. Pérez fue encontrado en su camioneta, junto al cuerpo de Rosana, bebiendo whisky, sin oponer resistencia al arresto. “Le volé la cabeza”, confesó con una pasmosa naturalidad, palabras que resuenan como un eco siniestro en la mente de quienes intentan comprender la magnitud de la tragedia.

Pero la historia no termina ahí. En la pared de la vivienda donde ocurrió el crimen, un mensaje escrito por Pérez añade otra capa de horror a la escena. “En la vida hay que ser justo, paga lo que debes”, una frase escalofriante que no sólo carece de sentido en este contexto, sino que revela la distorsionada justificación que el feminicida construyó en su mente. Una justificación que convierte a Rosana en deudora de su propia muerte, un acto de perversión narrativa que intenta culpar a la víctima.

Los testimonios de los hijos de Rosana revelan una historia de siete años de relación marcada por la inestabilidad y la violencia doméstica. Un ciclo tóxico del que Rosana finalmente logró escapar a finales del año pasado, una decisión que Pérez, aparentemente, jamás aceptó. Su negativa a aceptar el fin de la relación se transformó en una obsesión mortal, un recordatorio trágico de la vulnerabilidad de las mujeres que intentan romper con relaciones abusivas.

Este caso, más allá de la crónica policial, nos obliga a reflexionar sobre la persistencia de la violencia de género en nuestra sociedad. Nos interpela a redoblar los esfuerzos para prevenir estos crímenes, a crear redes de apoyo más sólidas para las víctimas y a exigir justicia para que hechos como este no queden impunes. El recuerdo de Rosana Silvina Rotchen debe ser un llamado a la acción, un impulso para construir una sociedad donde las mujeres puedan vivir libres de violencia y miedo.

Fuente: El Heraldo de México