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17 de abril de 2025 a las 17:45

Tragedia en la carretera: Autobús cobra 4 vidas

La tragedia se cernió sobre Rajkot, Gujarat, cuando un autobús eléctrico, parte de la flamante flota ecológica de la Corporación Municipal de Rajkot (RMC), se convirtió en un instrumento de muerte y destrucción. La vibrante ciudad, conocida por su dinamismo y su gente, fue testigo de una escena desgarradora en un concurrido cruce de semáforos. Un autobús a toda velocidad, ignorando las señales de tránsito, arremetió contra una masa de vehículos y motocicletas, dejando a su paso un rastro de cuerpos destrozados y metal retorcido. Las imágenes de las cámaras de vigilancia, frías e implacables, muestran la brutalidad del impacto. Motos volando por los aires, personas arrojadas como muñecos de trapo, el chirrido de los frenos y el estruendo del metal contra el asfalto. Una escena que quedará grabada en la memoria colectiva de la ciudad.

El saldo, desolador: cuatro vidas segadas en un instante. Raju Gida, de 35 años, un hombre que seguramente se dirigía a su hogar después de una jornada laboral. Sangeeta Chaudhari, de 40 años, quizás soñaba con un futuro mejor mientras se dirigía a su trabajo en el salón de belleza. Chinmay Bhatt, de 25 años, un joven con toda una vida por delante, truncada por la imprudencia. Y Kiran Kakkad, de 56 años, una ama de casa, cuyo último recorrido fue interrumpido de la manera más trágica. Cuatro vidas, cuatro historias, cuatro familias destrozadas por un acto que pudo haberse evitado.

La furia de la multitud, comprensible ante semejante horror, se desató contra el conductor, Shishupal Rana. Golpeado salvajemente, quedó inconsciente y tuvo que ser rescatado por la policía. Ahora, yace en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Civil de Rajkot, luchando por su vida, mientras la justicia decide su destino. La ironía es cruel: un hombre encargado de transportar vidas, ahora lucha por la suya propia.

Las investigaciones preliminares apuntan a un error humano. El conductor, según la policía, habría confundido el acelerador con el freno. Un error fatal, que pone de manifiesto la fragilidad de la vida y las consecuencias devastadoras de un simple descuido. La inspección del autobús descartó cualquier falla mecánica, desmintiendo las primeras declaraciones del conductor. La prueba de alcoholemia también resultó negativa, eliminando la posibilidad de que el alcohol haya jugado un papel en la tragedia.

Sin embargo, surge una nueva interrogante: ¿Por qué el conductor, con su permiso de conducir vencido, estaba al volante de un autobús público? La responsabilidad de la empresa concesionaria del transporte público está bajo escrutinio. ¿Hubo negligencia por parte de la empresa? ¿Se priorizó el lucro por encima de la seguridad de los pasajeros y de la ciudadanía en general? Estas son preguntas que exigen respuestas.

Este trágico accidente nos obliga a reflexionar sobre la seguridad vial en nuestras ciudades. La modernización de la flota de autobuses, con la incorporación de vehículos eléctricos, es un paso importante hacia un futuro más sostenible. Pero de nada sirve la tecnología si no se prioriza la capacitación y la supervisión de los conductores. La vida humana no puede ser el precio a pagar por la modernidad.

El caso de Rajkot es un llamado de atención. Un recordatorio de que la seguridad vial es una responsabilidad compartida. De las autoridades, de las empresas de transporte y de cada uno de nosotros. Solo a través de la concientización, la educación y el cumplimiento estricto de las normas de tránsito podremos evitar que tragedias como esta se repitan. El recuerdo de las víctimas debe servir como un impulso para construir un futuro donde la movilidad sea sinónimo de seguridad y no de riesgo.

Fuente: El Heraldo de México