
17 de abril de 2025 a las 09:10
Recordando a nuestros antepasados
El aroma a copal e incienso se mezcla con el de las flores de cempasúchil y la iguana recién cocinada, creando una atmósfera única que envuelve los panteones del Istmo de Tehuantepec durante la Semana Santa. Lejos del luto y la tristeza, aquí la muerte se celebra como un paso más en el ciclo de la vida, un reencuentro con los seres queridos que partieron a otro plano. La tradición, arraigada profundamente en la cultura zapoteca, se convierte en una fiesta llena de color, música y sabores que atrae a visitantes de todas partes.
Imaginen la escena: bajo el intenso sol oaxaqueño, las familias se congregan alrededor de las tumbas, adornadas con vibrantes flores de cempasúchil y terciopelo. Las velas, como pequeñas luciérnagas, iluminan las fotografías de los difuntos, mientras las anécdotas y recuerdos fluyen entre risas y lágrimas nostálgicas. No es un adiós, sino un "hasta pronto", un momento para compartir con quienes ya no están físicamente, pero permanecen vivos en el corazón y la memoria.
El sonido de las bandas regionales llena el aire, creando una atmósfera festiva y contagiosa. Las notas alegres de la música se entremezclan con las conversaciones animadas de los visitantes, mientras comparten los tradicionales tamales de iguana, las crujientes regañadas y los dulces típicos de la región. Esta mezcla de sabores, aromas y sonidos crea una experiencia sensorial inigualable, un verdadero festín para los sentidos que refleja la riqueza cultural del Istmo.
Doña María del Carmen, con la mirada llena de nostalgia y una sonrisa serena, recuerda cómo desde niña acompañaba a su madre al panteón. Ahora, es ella quien continúa la tradición, visitando las tumbas de sus padres y compartiendo con ellos este día tan especial. Su historia es un reflejo de la profunda conexión que existe entre los vivos y los muertos en esta cultura, donde la muerte no es un final, sino una transformación.
Es importante destacar que esta tradición no se limita únicamente a los habitantes del Istmo. Si bien es cierto que la celebración tiene raíces profundas en la cultura zapoteca, su belleza y singularidad atraen a turistas y visitantes de diversas partes de México y el mundo. Aquellos que tienen la oportunidad de presenciar esta festividad quedan maravillados por la alegría y el respeto con que se celebra la vida y la muerte, una experiencia que trasciende las barreras culturales y nos conecta con la esencia misma de la humanidad.
Más allá de la música y la comida, la vestimenta también juega un papel importante en esta celebración. Si bien no todos visten trajes de gala, muchos eligen prendas especiales para la ocasión, como una muestra de respeto hacia sus antepasados. Desde coloridos huipiles hasta elegantes trajes negros, la vestimenta refleja la diversidad y la riqueza cultural de la región, añadiendo un toque de elegancia y solemnidad a la festividad.
La Semana Santa en el Istmo de Tehuantepec es una experiencia que invita a la reflexión sobre la vida, la muerte y la importancia de honrar nuestras raíces. Es una celebración llena de vida, color y tradición, que nos recuerda que la muerte no es un final, sino un nuevo comienzo en el ciclo eterno de la existencia. Una oportunidad para celebrar la vida y recordar a aquellos que ya no están con nosotros, pero que siguen vivos en nuestros corazones.
Fuente: El Heraldo de México