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18 de abril de 2025 a las 01:15

Luce una silueta elegante

El ballet, un arte que históricamente ha proyectado una imagen de etérea fragilidad y cuerpos casi irreales, se encuentra en un proceso de profunda transformación. Por décadas, la figura de la bailarina se ha asociado a la delgadez extrema, la piel blanca y una uniformidad que dejaba fuera a muchas aspirantes con un talento innato. Recordamos a Natalie Portman en "El Cisne Negro", una representación dramática de la presión que lleva a los trastornos alimenticios, o la imagen idealizada de Barbie, siempre grácil y delicada, perpetuando un estereotipo que ha marcado a generaciones.

Pero, ¿es realmente necesario ajustarse a este molde para brillar en el escenario? La respuesta, rotundamente, es no. Mujeres como Lizzie Howell, con su impresionante dominio de la técnica a pesar de no encajar en los cánones tradicionales, demuestran que la fuerza y la destreza no conocen de tallas. Stephanie Kurlow, bailando con su hiyab, desafía las barreras culturales y religiosas, abriendo un camino para la inclusión. Misty Copeland, primera bailarina principal afroamericana del American Ballet Theatre, rompe con décadas de prejuicios raciales, y Madame Suzelle Poole, a sus ochenta y cuatro años, nos recuerda que la pasión por la danza no tiene fecha de caducidad.

Estas historias de perseverancia y talento son un testimonio de la evolución que está experimentando el mundo del ballet. Ya no se trata de encajar en un molde preconcebido, sino de celebrar la diversidad y la individualidad. La pregunta ya no es "¿tienes cuerpo de bailarina?", sino "¿qué tienes para ofrecer al mundo de la danza?".

El cuerpo, en lugar de ser una prisión de estándares inalcanzables, se convierte en una herramienta de expresión, un instrumento capaz de transmitir emociones y contar historias a través del movimiento. La fuerza, la flexibilidad, la coordinación, la musicalidad, son las verdaderas cualidades que definen a una bailarina, no su talla o el color de su piel.

La alimentación, lejos de ser el enemigo, se convierte en el combustible que nutre el cuerpo y le proporciona la energía necesaria para afrontar las exigencias de la disciplina. Las largas horas de entrenamiento, las repeticiones incansables, los ensayos agotadores, requieren de una alimentación balanceada que fortalezca los músculos y promueva la salud.

Es hora de dejar atrás los estereotipos y abrazar la riqueza que aporta la diversidad al ballet. Cada cuerpo es único, con sus propias fortalezas y debilidades, y es precisamente esa singularidad la que enriquece el arte. La belleza de la danza reside en la capacidad de expresar emociones, de conectar con el público y de transmitir un mensaje a través del movimiento, independientemente de la forma física. El futuro del ballet está en la inclusión, en la celebración de la individualidad y en la apreciación del talento en todas sus formas. Es un futuro donde la pregunta no es "¿tengo cuerpo de bailarina?", sino "¿qué historia quiero contar con mi danza?".

Fuente: El Heraldo de México