
17 de abril de 2025 a las 17:40
Francisco: Esperanza ante el clericalismo
En el corazón de la Semana Santa, resonaron con fuerza las palabras del Papa Francisco, leídas por el Cardenal Domenico Calcagno en la Basílica de San Pedro durante la Misa Crismal del Jueves Santo. Un llamado a la reflexión, a la conversión y a la esperanza que penetró en lo más profundo del ser sacerdotal y se extendió como un bálsamo a todos los fieles. La invitación a "salir del clericalismo" no fue una mera consigna, sino una exhortación vibrante a despojarse de cualquier atisbo de poder y privilegio, para abrazar la verdadera esencia del servicio pastoral. El Papa Francisco, con la sabiduría que lo caracteriza, recordó que el camino sacerdotal no es un sendero de gloria terrenal, sino una senda de entrega y humildad, un reflejo del propio camino de Jesús, quien también experimentó el rechazo y la incomprensión.
En este Año Jubilar, la llamada a la conversión adquiere una dimensión aún más profunda. Se nos invita a un "recomenzar", a revisar nuestras prácticas, nuestras actitudes y nuestras motivaciones. A peregrinar con esperanza, no como meros espectadores, sino como protagonistas activos de la transformación que anhelamos ver en el mundo. Convertirnos en "anunciadores de esperanza" implica ser portadores de la buena nueva, ser testigos de la resurrección y ser faros que iluminen la oscuridad con la luz del Evangelio.
La renovación de las promesas sacerdotales durante la Misa Crismal no fue un simple acto protocolario, sino un acto de profunda significación. Recordó a cada sacerdote la esencia de su vocación, la entrega incondicional a Dios y al servicio de su pueblo. Es un compromiso que se renueva día a día, en cada encuentro, en cada gesto, en cada palabra. Es un llamado a ser instrumentos de la gracia divina, a ser puentes entre Dios y los hombres.
El Santo Crisma, consagrado en esta celebración, no es un simple aceite, sino un símbolo poderoso del misterio transformador que opera en cada etapa de la vida cristiana. Es la unción que nos consagra, que nos fortalece y que nos impulsa a ser testigos del amor de Dios. Es la marca indeleble que nos identifica como hijos de Dios, herederos de su promesa y partícipes de su Reino.
El Papa Francisco nos recuerda que es Dios quien nos evangeliza, quien nos libera de nuestras prisiones y quien aliviana nuestras cargas. A través del sacerdocio, nos convertimos en instrumentos de su gracia, en colaboradores de su obra redentora. Nuestro ministerio, al igual que el de Jesús, se convierte en un ministerio jubilar, una entrega silenciosa, pero radical y gratuita.
¿Cuántas veces, sin darnos cuenta, hemos sido instrumentos de la gracia de Dios en la vida de los demás? ¿Cuántas veces hemos sido portadores de esperanza para aquellos que la habían perdido? Es una pregunta que nos invita a la reflexión y a la gratitud. Es un llamado a reconocer la acción de Dios en nuestras vidas y a dar gracias por el privilegio de ser sus instrumentos. La humildad y la gratitud son dos virtudes esenciales para el sacerdote, dos pilares que sustentan su ministerio y le permiten ser un verdadero testigo del amor de Dios.
En este tiempo de gracia, renovemos nuestro compromiso de ser anunciadores de esperanza, de ser instrumentos de la paz y de ser testigos del amor de Dios en el mundo. Que el Santo Crisma nos fortalezca en nuestra misión y nos impulse a ser verdaderos discípulos de Jesús, siguiendo sus pasos con humildad y entrega. Que la celebración de la Misa Crismal sea un recordatorio constante de la grandeza de nuestra vocación y de la responsabilidad que conlleva.
Fuente: El Heraldo de México