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17 de abril de 2025 a las 00:10

Sobreviví a la negligencia médica

La pesadilla comenzó con un dolor familiar, ese tipo de molestia punzante que muchos asociamos con la apendicitis. Alejandro Oliva, el actor que recordamos por su impactante interpretación del Chamuco en la exitosa serie Señora de Acero, se enfrentó a esta dolencia común, sin imaginar la odisea que le esperaba. Acudió al hospital, confiado en la pericia médica, creyendo que todo estaba bajo control. La apendicitis, aún sin reventar, requería una cirugía de rutina, un procedimiento aparentemente sencillo. Sin embargo, lo que debía ser una intervención rápida y eficaz se convirtió en el preludio de una lucha por su vida.

La cirugía, en sí misma, transcurrió sin complicaciones aparentes. Pero la verdadera pesadilla comenzó después. La sutura se abrió, un contratiempo que, si bien puede ocurrir, requiere de una atención médica diligente y un seguimiento riguroso. Pero, según el relato del propio Oliva en una conmovedora entrevista para TV Notas, la atención postoperatoria fue deficiente, rayando en la negligencia. Fue dado de alta con fiebre y dolor, síntomas claros de una infección en ciernes, signos que debieron haber alertado al equipo médico.

El dolor, lejos de disminuir, se intensificó. La fiebre persistía, un fuego interno que consumía su cuerpo. Ante la falta de mejoría, Oliva regresó al hospital. El diagnóstico fue devastador: sepsis. Esta infección generalizada, un enemigo silencioso y letal, se había propagado con voracidad por su organismo, atacando intestinos, pulmones, hígado, riñones y vejiga. Sus órganos, vitales para la vida, estaban inundados de pus, una batalla campal se libraba en su interior.

Una nueva cirugía de emergencia, de cinco largas horas, se convirtió en su única esperanza. Los médicos lucharon contra reloj para limpiar la infección, para arrancarle de las garras de la muerte. Cada minuto era crucial, una carrera contra el tiempo en la que la vida de Oliva pendía de un hilo. La tensión se podía cortar con un cuchillo. Familiares y amigos aguardaban con angustia, presas de la incertidumbre, rezando por un milagro.

Tras la intervención, el actor permaneció en estado crítico. Las primeras 48 horas fueron decisivas. El propio médico, con una franqueza conmovedora, le confesó a Oliva que habían temido por su vida, que su recuperación era un verdadero milagro. Un día más de espera, un día más sin la intervención quirúrgica, habría sido fatal.

La experiencia de Oliva nos recuerda la fragilidad de la vida, la importancia de una atención médica responsable y la necesidad de escuchar a nuestro cuerpo. Su testimonio es un llamado de atención sobre las consecuencias de la negligencia médica, un problema que, lamentablemente, afecta a muchas personas. Afortunadamente, Oliva sobrevivió para contarlo, para alertarnos, para recordarnos que la salud es un tesoro invaluable que debemos cuidar con celo. Su historia, sin duda, marcará un antes y un después en su vida, una experiencia que lo transformará para siempre.

Fuente: El Heraldo de México