
17 de abril de 2025 a las 02:00
Sacude al Poder Judicial: ¡Reforma de raíz YA!
La sombra de la corrupción, la soberbia y el nepotismo ha oscurecido por años los pasillos del sistema judicial federal mexicano. Así lo afirma el magistrado Ángel Mario García Guerra, con una trayectoria de 26 años en el Poder Judicial del Estado de Nuevo León y casi tres décadas dedicadas a la academia. Este experimentado jurista, ahora candidato a ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), no se limita a diagnosticar el problema, sino que se alza como una voz que exige un cambio profundo, una verdadera transformación en la impartición de justicia en México. Y lo hace no desde la lejanía de la crítica teórica, sino desde la trinchera, desde la experiencia de quien ha vivido la exclusión, la presión política y la injusticia institucional. "Muchos jueces federales simulan justicia", acusa con la contundencia de quien conoce las entrañas del sistema. Descorriendo el velo de una supuesta santidad, García Guerra describe a muchos de sus colegas como parte de una maquinaria que respondía a intereses ajenos a los del pueblo, una élite judicial desconectada de la realidad social.
Lejos de sumarse al coro de críticas que descalifican la reciente reforma al Poder Judicial, impulsada por el Ejecutivo federal, García Guerra la defiende. Para él, no se trata de un simple cambio cosmético, sino de una transformación de raíz. La elección popular de ministros, magistrados y jueces, un punto central de la reforma, es vista por él como la herramienta para desmantelar las prácticas nocivas que se han enquistado en el Poder Judicial Federal. La jurisprudencia, argumenta, se había convertido en un instrumento de poder, una legislación paralela que sobrepasaba incluso la ley aprobada por los representantes del pueblo. Corregir este desequilibrio, donde el poder judicial no solo aplicaba la ley sino que también la generaba, era una tarea urgente.
Incluso la tómbola, el método de insaculación que ha generado tanta controversia, encuentra en García Guerra un defensor. La compara con las prácticas de la antigua Grecia, donde se utilizaba para garantizar la independencia del poder. Él mismo se presenta como un ejemplo de la eficacia del sistema: "No me debo ni al Congreso, ni a la Corte, ni a ningún poder", afirma con orgullo. Su experiencia personal, marcada por un proceso de ratificación en 2017 donde se sintió víctima de una conjura política, lo fortaleció en su convicción de la necesidad de un cambio. Relata cómo, en plenas fiestas decembrinas, tuvo que recurrir a un exalumno para elaborar su propio amparo ante la inacción de su abogado. Esa lucha contra el poder político de Nuevo León, una legislatura que desobedeció incluso las órdenes de la Suprema Corte, solidificó su visión sobre la urgencia de una transformación profunda.
Con la franqueza que lo caracteriza, García Guerra no duda en señalar a los ministros como parte del problema. “Los ministros eran los peores. No todos, pero muchos. Conozco de qué pata cojean”, declara. Este conocimiento de causa lo motivó a apoyar públicamente la reforma y a postularse como candidato a la SCJN. Un acto de congruencia, según sus propias palabras. Nunca se imaginó en la Corte, pero hoy su nombre está en la boleta y eso, para él, ya es una victoria. Una victoria del ciudadano común frente a los pactos oscuros del poder.
A pesar de su declarada aversión a la política y su difícil relación con los políticos, especialmente con los del Congreso de Nuevo León, García Guerra se muestra convencido de que este proceso puede marcar el inicio de una nueva era para la justicia mexicana. No espera la perfección, reconoce que el sistema es perfectible, pero lo ve como un gran paso en la dirección correcta.
Su discurso se torna emotivo al hablar de las mujeres. Se define como un aliado incondicional, reconociendo la influencia que han tenido en su vida: su madre, sus hermanas, sus tías, sus amigas. "Este mundo lo sostienen las mujeres", afirma. Y se compromete, si llega a ser ministro, a ser su amigo, aliado y defensor, a luchar para que México deje de ser un país de violencia e injusticia contra las mujeres. Expresa además su admiración por Claudia Sheinbaum, a quien describe como una mujer con conciencia social, mente científica y gran inteligencia, un cambio de paradigma en el liderazgo político.
Independientemente del resultado del proceso, Ángel Mario García Guerra se siente satisfecho. Estar en la boleta, propuesto por dos poderes, es para él un triunfo personal, pero sobre todo, una victoria del ciudadano común sobre las prácticas oscuras del poder. Una luz de esperanza en la búsqueda de una justicia más transparente y cercana a la gente.
Fuente: El Heraldo de México