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16 de abril de 2025 a las 08:25
Normalista de Tiripetío desaparece: ¿Otro estudiante implicado?
La angustia se palpa en el aire de Pichátaro. Como una sombra densa que se extiende sobre las casas y las calles, la incertidumbre por el paradero de Carlos Castro, el joven estudiante de la Escuela Normal Rural “Vasco de Quiroga” desaparecido el pasado 13 de abril, oprime el corazón de toda una comunidad. Sus familiares, con la voz quebrada por la desesperación y la impotencia, claman justicia y exigen respuestas ante una situación que se torna cada vez más turbia. El bloqueo realizado el 15 de abril frente a las oficinas de la Fiscalía General del Estado, en la salida a Pátzcuaro, fue un grito desesperado, un llamado urgente a las autoridades para que no permitan que la desaparición de Carlos se convierta en una cifra más en las estadísticas.
La narración de los hechos, relatada por los propios padres de Carlos, hiela la sangre. Un compañero de habitación, alguien que compartía el espacio y, en teoría, la camaradería estudiantil, se convierte en el principal sospechoso. Según el testimonio de Alma Leticia Matías, madre de Carlos, a las 9:00 de la mañana del fatídico día, Julio César Chávez Ávalos sacó a la fuerza a su hijo del dormitorio de la Normal de Tiripetío. Desde entonces, nadie ha vuelto a ver a Carlos.
La indignación y la frustración se suman al dolor de la familia. A pesar de la denuncia interpuesta y la posterior detención del presunto implicado, la Fiscalía lo liberó argumentando falta de pruebas. ¿Cómo es posible que ante un testimonio tan contundente, ante la desaparición de un joven en circunstancias tan sospechosas, las autoridades no encuentren suficientes elementos para mantener detenido al principal sospechoso? La pregunta retumba en el aire, cargada de rabia e impotencia.
“Sí hay una prueba de que él salió con mi muchacho de ahí”, insiste la madre de Carlos, con la voz entrecortada por el llanto. La familia exige que se revise a fondo el caso, que se analicen las cámaras de seguridad, que se interrogue nuevamente a Julio César Chávez Ávalos. Se aferran a la esperanza de que este joven, compañero de estudios de su hijo, revele la verdad, que diga dónde está Carlos. La versión ofrecida por el sospechoso, afirmando que se quedó en la esquina de una tienda y que no sabe nada del paradero de Carlos, no convence a nadie. Demasiadas preguntas sin respuesta, demasiadas dudas que oscurecen el panorama.
La imagen de Carlos, un joven sin problemas, sin adicciones, querido en su comunidad, contrasta dramáticamente con la pesadilla que ahora vive su familia. La incertidumbre se convierte en un tormento que consume cada minuto, cada hora, cada día. La espera se hace eterna, mientras la angustia crece y la esperanza se desvanece lentamente. ¿Dónde está Carlos? La pregunta resuena en Pichátaro, un grito silencioso que exige justicia y verdad. La comunidad se une al dolor de la familia, esperando que las autoridades actúen con celeridad y eficiencia, para que Carlos regrese a casa y la tranquilidad vuelva a reinar en este pequeño rincón de Michoacán. El tiempo apremia, cada segundo cuenta en la búsqueda de este joven estudiante, cuya vida ha quedado suspendida en un limbo de incertidumbre y dolor.
Fuente: El Heraldo de México