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16 de abril de 2025 a las 21:55

Morena dividida: ¿El fin de un partido?

La encrucijada que enfrenta Morena, tras una década de existencia y éxitos electorales sin precedentes, nos obliga a una profunda reflexión. Ricardo Monreal Ávila, figura clave en el partido, ha puesto el dedo en la llaga al advertir sobre los peligros que acechan desde adentro. No se trata de la oposición, debilitada y sin un rumbo claro, sino de la fragmentación interna, de la tentación de etiquetar y dividir a los compañeros de lucha. "Claudistas", "obradoristas", "puros", "fundadores"… Categorías que encierran y separan, que erosionan la unidad que nos ha traído hasta aquí.

La victoria, paradójicamente, puede ser la semilla de la derrota. La fortaleza que hoy ostenta Morena, si no se gestiona con responsabilidad y humildad, puede convertirse en el caldo de cultivo de la discordia. Es crucial, como señala Monreal Ávila, que el objetivo principal sea acompañar a la Jefa de Estado en la construcción de un México más justo, pacífico y próspero. Caer en la trampa de las facciones, priorizar los egos por encima del bien común, sería repetir los errores de otros movimientos que se desvanecieron en la historia.

La soberbia es un enemigo silencioso, pero letal. Creernos invulnerables, imponer nuestras ideas sin escuchar otras voces, olvidar que el pueblo es el verdadero protagonista de la transformación, nos haría perder el rumbo. Morena no puede permitirse ser víctima de su propio éxito. La cercanía con la ciudadanía, la escucha atenta, la capacidad de rectificar cuando sea necesario, son pilares fundamentales que debemos preservar. Ser un instrumento del pueblo, no un fin en sí mismo, es la esencia de nuestra lucha.

Nos encontramos en un punto de inflexión. El camino se bifurca: reproducir los vicios del pasado o reinventar nuestras formas de organización política, basadas en el respeto, la inclusión y la unidad. Esta última ha sido nuestra fuerza motriz, incluso en los momentos más críticos. La diversidad, lejos de ser una amenaza, es una riqueza invaluable, siempre y cuando se administre con inteligencia, generosidad y visión de futuro.

El espíritu de unidad debe prevalecer. Morena tiene que seguir siendo un espacio abierto al diálogo, a la participación plural y ciudadana, a la construcción democrática. Es la única forma de consolidar la Cuarta Transformación y evitar que las diferencias internas se conviertan en fracturas irreparables. El reto es grande, pero la recompensa –un México mejor para todos– lo vale.

El debate interno es sano y necesario, pero debe estar enmarcado en el respeto y la búsqueda de consensos. Es momento de dejar de lado las etiquetas y las divisiones artificiales. La verdadera lucha no está dentro de Morena, sino en la construcción de un país más justo y equitativo. Recordar nuestros principios, reafirmar nuestro compromiso con el pueblo, es la clave para seguir avanzando. La historia nos observa. No podemos defraudar la esperanza de millones de mexicanos que han depositado su confianza en nosotros. La unidad, hoy más que nunca, es nuestro mayor activo. Preservemosla.

Fuente: El Heraldo de México