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16 de abril de 2025 a las 04:25

Justicia para Carmen, la vendedora de gelatinas

La tragedia que envolvió a Don Dionisio y Doña Carmen ha conmocionado a la Ciudad de México. La imagen de esta pareja de adultos mayores, unidos por 47 años de matrimonio y el humilde sustento de la venta de gelatinas, se ha convertido en un símbolo de la vulnerabilidad que enfrentan muchos en las calles de nuestra ciudad. El cruel destino les arrebató a Carmen de la manera más injusta, no una, sino dos veces atropellada, primero por un conductor imprudente que huyó cobardemente y luego, en un giro aún más doloroso, por una patrulla que debía protegerla. Imaginen la escena: Don Dionisio, testigo impotente del primer impacto, viendo a su compañera de vida tendida en el asfalto, esperando auxilio. Y luego, el golpe final, la llegada de la patrulla, no como un ángel guardián, sino como un verdugo imprevisto. El dolor de Don Dionisio es palpable, se transmite en cada palabra quebrada, en la mirada perdida que refleja la ausencia irreparable de su Carmen. No solo ha perdido a su esposa, ha perdido a su compañera de trabajo, a la mujer que con sus manos preparaba las gelatinas que les permitían llevar el pan a la mesa.

La indignación se suma al dolor. ¿Cómo es posible que en una ciudad tan grande, con tantos recursos, una persona pueda ser atropellada dos veces en la misma circunstancia, y que una de esas veces sea por una unidad que se supone debe velar por la seguridad ciudadana? La respuesta, lamentablemente, se encuentra en la negligencia, en la falta de atención, en la prisa que nos ciega y nos impide ver al otro, al vulnerable, al que necesita nuestra ayuda.

El relato de Don Dionisio sobre los comentarios ofensivos y despectivos del personal de limpieza y vigilancia añade otra capa de crueldad a esta historia. En momentos de profundo dolor, lo que se necesita es empatía, comprensión, una mano amiga. No burlas ni desprecio. Este comportamiento refleja una profunda falta de humanidad y nos obliga a reflexionar sobre la sociedad que estamos construyendo.

La historia de Don Dionisio y Doña Carmen no puede quedar en el olvido. Debe ser un llamado a la conciencia, una exigencia de justicia, un recordatorio de que todos, como sociedad, somos responsables de cuidar a los más vulnerables. Debemos exigir a las autoridades que investiguen a fondo lo sucedido y que se sancione a los responsables. Debemos exigir que se implementen medidas para proteger a los peatones, especialmente a los adultos mayores. Y, sobre todo, debemos cultivar la empatía, la solidaridad, la humanidad que nos permita ver al otro, no como un obstáculo, sino como una persona que merece respeto y dignidad.

La ausencia de una aseguradora que cubriera los gastos funerarios, dejando a la familia con la carga económica en un momento tan difícil, es otro ejemplo de la precariedad en la que viven muchos adultos mayores en nuestro país. ¿Cuántos Don Dionisios y Cármenes hay en nuestras calles, luchando día a día por sobrevivir, invisibles para muchos, hasta que una tragedia los pone en el centro de la atención? Es hora de que como sociedad nos hagamos responsables y exijamos un sistema que proteja a nuestros mayores, que les garantice una vida digna y segura. El recuerdo de Doña Carmen debe ser un motor para el cambio, para construir una ciudad más justa y humana para todos.

Fuente: El Heraldo de México