
16 de abril de 2025 a las 22:00
Homenaje fúnebre paraliza puerto de Acapulco
La sombra de la violencia se cierne nuevamente sobre Acapulco, manchando con sangre el asfalto que conduce al paraíso turístico. El clamor por seguridad resuena con la fuerza desesperada de tres féretros vacíos, símbolos de vidas truncadas y un futuro incierto para quienes se atreven a desafiar el yugo del crimen organizado. No son simples cajas de madera, sino el reflejo del miedo que paraliza a una comunidad, la angustia de familias que ven a sus seres queridos partir cada mañana con la incertidumbre de si regresarán.
Este miércoles, el rugir de los motores se apagó, reemplazado por el silencio de la protesta. Más de un centenar de vehículos, las herramientas de trabajo de choferes de camionetas, taxis colectivos y urbanos, se convirtieron en barricadas, bloqueando los accesos a la Autopista del Sol, la arteria vital que conecta Acapulco con el resto del país. En pleno periodo vacacional de Semana Santa, con la ciudad a punto de recibir a miles de visitantes, la imagen de los transportes inmóviles, como gigantes dormidos, transmite un mensaje contundente: la inseguridad no distingue fechas, no respeta temporadas, y amenaza con asfixiar el corazón económico de la región.
Las colonias de San Agustín, El Quemado, Casas San Ángel, nombres que evocan la tranquilidad de la vida suburbana, se han convertido en escenario de una lucha desigual. Los choferes, pilar fundamental del transporte público, se enfrentan a un enemigo invisible, que los acecha con amenazas y extorsiones, exigiendo un precio por el derecho a trabajar, por el simple hecho de ganarse la vida honradamente.
Arturo Salinas Sandoval, director de la Comisión Técnica de Transporte y Vialidad del Estado, reconoce la gravedad de la situación. Habla de la necesidad de identificar los puntos críticos, de establecer estrategias de seguridad, de replicar el modelo implementado en la zona Poniente, donde el acompañamiento de las unidades y los filtros de control, con la participación del Ejército Mexicano, la Guardia Nacional, la Policía Estatal y la Fiscalía General del Estado, han logrado restablecer, al menos en parte, la tranquilidad.
Pero las palabras, por sí solas, no bastan para calmar la indignación, para borrar el dolor de las pérdidas recientes. Los dos conductores asesinados en las últimas 24 horas, en la colonia Las Cruces y la avenida Cuauhtémoc, son la prueba irrefutable de la violencia que azota a Acapulco. Sus muertes no pueden quedar impunes. Son un llamado a la acción, una exigencia de justicia que no puede ser ignorada.
La mesa de diálogo acordada con las autoridades representa un rayo de esperanza, una oportunidad para encontrar soluciones concretas, para que las demandas de los transportistas sean escuchadas y atendidas. No se trata solo de brindar seguridad, sino de garantizar la paz social, de devolver la tranquilidad a las calles, de construir un futuro en el que los féretros vacíos sean solo un recuerdo, un símbolo de una batalla ganada contra la inseguridad y la impunidad. Acapulco, la perla del Pacífico, merece un destino mejor, un futuro libre de violencia, donde el sonido de las olas se imponga al estruendo de las balas.
Fuente: El Heraldo de México