La noticia del fallecimiento de Cinthia Manrique Miranda ha sacudido a la comunidad universitaria y al país entero. Una joven promesa, con una trayectoria académica impecable, truncada de la manera más cruel. Cinthia, egresada de Ciencias Políticas y Sociales y estudiante de la especialidad "El género en la economía" en la Facultad de Economía de la UNAM, representaba la esperanza de un futuro más justo e igualitario. Su interés por la intersección entre género y economía demostraba su compromiso con la construcción de una sociedad mejor. Ahora, ese futuro se ha apagado, dejando un vacío inmenso en quienes la conocieron y admiraban.

El silencio de las autoridades ante las circunstancias de su muerte es ensordecedor. La exigencia de justicia y claridad resuena con fuerza en los pasillos universitarios, en las redes sociales, en cada rincón donde la noticia de su partida ha sembrado la indignación y el dolor. ¿Qué le sucedió a Cinthia? ¿Por qué una joven con un futuro tan prometedor ha sido arrebatada de esta manera? Estas preguntas, cargadas de angustia y desesperanza, exigen respuestas inmediatas. No podemos permitir que la violencia y la impunidad sigan cobrando vidas, truncando sueños y dejando a familias enteras sumidas en el dolor.

La desaparición de Cinthia, reportada el pasado 10 de abril en Naucalpan de Juárez, movilizó a la comunidad universitaria. La ficha de búsqueda compartida incansablemente en redes sociales reflejaba la esperanza de encontrarla con vida. Esa esperanza se desvaneció con la confirmación de su fallecimiento el 15 de abril, dejando un profundo sentimiento de impotencia y frustración. La rabia y la indignación son palpables en los mensajes de sus compañeros y amigos, quienes la recuerdan como una persona brillante, comprometida y llena de vida.

Más allá de las estadísticas, Cinthia era una persona con sueños, aspiraciones y un futuro por delante. Era hija, amiga, compañera, una pieza fundamental en la vida de muchas personas. Su ausencia deja un vacío irreparable, una herida profunda en el tejido social. La lucha por la justicia en su caso no solo es un acto de solidaridad con su familia y amigos, sino también una forma de honrar su memoria y de exigir un país más seguro para todas las mujeres.

El caso de Cinthia nos recuerda la vulnerabilidad que enfrentan las mujeres en México. La violencia de género es una realidad que nos golpea día a día, y la impunidad que a menudo la acompaña solo perpetúa el ciclo de violencia. Es imperativo que las autoridades investiguen a fondo este caso, que se esclarezcan las circunstancias de su muerte y que se haga justicia. No podemos permitir que la vida de Cinthia se convierta en una cifra más en las estadísticas de feminicidios. Su memoria debe ser un recordatorio constante de la necesidad de construir un país donde las mujeres puedan vivir libres de violencia y miedo. Un país donde la vida de cada mujer sea valorada y protegida. Un país donde la justicia no sea una quimera, sino una realidad tangible.