
16 de abril de 2025 a las 09:35
El secreto de Vargas Llosa
La reciente ola de comentarios reduccionistas sobre la figura de Mario Vargas Llosa tras su fallecimiento, comentarios que oscilan entre la descalificación política y la miope separación entre "obra y persona", revela una preocupante superficialidad analítica. Reducir a Vargas Llosa a una simple etiqueta política, o peor aún, a una "mala persona", denota no solo una falta de comprensión de su vasta obra, sino también una incapacidad para apreciar la complejidad del pensamiento humano.
Vargas Llosa, más allá de sus posturas políticas, fue un intelectual excepcionalmente lúcido. Su análisis del castrismo, por ejemplo, demostró una perspicacia admirable, anticipando la naturaleza totalitaria del régimen cubano cuando muchos aún se dejaban seducir por la retórica revolucionaria. Su temprana denuncia de la represión a intelectuales como Heberto Padilla, evidencia su compromiso con la libertad de expresión, un valor que defendió a lo largo de su vida. No se trataba de una postura ideológica rígida, sino de una convicción profunda en la defensa de los derechos fundamentales.
Su crítica al chavismo y al madurismo, lejos de ser un capricho ideológico, fue una advertencia premonitoria sobre las consecuencias devastadoras del populismo autoritario. Vio con claridad la deriva dictatorial de estos regímenes, la destrucción de las instituciones democráticas y el empobrecimiento sistemático de la población. Su voz, a menudo incómoda para la izquierda latinoamericana, se alzó como un faro de alerta ante la amenaza que representaban estas ideologías.
Incluso su visión del sistema soviético, aunque compartida por muchos, se distinguió por su agudeza y profundidad. No se limitó a condenar la represión y la falta de libertades, sino que analizó las raíces del totalitarismo, sus mecanismos de control y su impacto devastador en la sociedad. Su crítica al PRI mexicano, al que calificó de "dictadura perfecta", también fue un ejemplo de su valentía intelectual, dispuesto a cuestionar incluso a aquellos con quienes compartía ciertas afinidades.
Es cierto que Vargas Llosa no fue un personaje políticamente inmaculado. Sus simpatías por Margaret Thatcher y Ariel Sharon, por ejemplo, generaron controversia y críticas legítimas. Sin embargo, estas afinidades no invalidan la solidez de sus argumentos en otros ámbitos, ni lo convierten en un defensor incondicional de cualquier régimen de derecha. Su rechazo a figuras como Donald Trump, demuestra que su brújula política no se orientaba por la simple oposición a la izquierda, sino por la defensa de la libertad y la democracia.
Quienes lo reducen a una caricatura política, ignoran la complejidad de su pensamiento y la riqueza de sus aportes. Su obra literaria, con sus personajes complejos y sus exploraciones de la condición humana, es un testimonio de su genio creativo. Su obra ensayística, con sus análisis incisivos y su defensa apasionada de la libertad, es un legado invaluable para las futuras generaciones.
En definitiva, la incapacidad para comprender la figura de Vargas Llosa en toda su complejidad, revela una preocupante tendencia a la simplificación y la polarización. En un mundo cada vez más complejo, es fundamental cultivar el pensamiento crítico, la capacidad de análisis y la apertura a la diversidad de ideas. Solo así podremos comprender a figuras como Vargas Llosa, con sus luces y sus sombras, y aprender de su legado intelectual.
Fuente: El Heraldo de México