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16 de abril de 2025 a las 09:20
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La sombra de la desconfianza se extiende sobre el Atlántico, enfriando las relaciones entre la Unión Europea y Estados Unidos. Lo que antes era una alianza sólida, ahora se tambalea bajo el peso de la sospecha, al punto de que funcionarios europeos se preparan para viajar a Washington con las mismas precauciones que se tomarían al adentrarse en territorio hostil. Teléfonos desechables, protocolos de contraespionaje… medidas que evocan un escenario de thriller político, pero que, según revela el Financial Times, se han convertido en la nueva normalidad en las relaciones transatlánticas.
El temor, latente y creciente, es el espionaje. Las reuniones de primavera del Banco Mundial y el FMI, tradicionalmente un foro de cooperación y diálogo, se presentan ahora como un campo minado donde la información confidencial es el tesoro más preciado. Y es que, en el actual clima de desconfianza, la posibilidad de que Estados Unidos intente infiltrarse en los sistemas de las comisiones europeas no se percibe como una paranoia infundada, sino como una amenaza real.
Este recelo, lejos de ser un incidente aislado, se enmarca en un deterioro progresivo de la alianza atlántica, un proceso que muchos analistas vinculan al regreso de Donald Trump a la escena política. Sus acciones, percibidas por algunos como un impulso hacia la "desglobalización", han sembrado la incertidumbre en el tablero internacional. La pregunta que resuena con fuerza en los círculos diplomáticos es si es posible reconstruir la confianza perdida, incluso con un cambio de administración en la Casa Blanca.
Larry Summers, exsecretario del Tesoro, lo resume con crudeza: "Aún en la mejor circunstancia hemos perdido enorme credibilidad en el mundo". Una afirmación que pone de manifiesto la magnitud del desafío. Si bien ningún país, con la posible excepción de China, se plantea rechazar negociaciones comerciales con Estados Unidos –el gigante económico del planeta–, la confianza, ese ingrediente esencial para la estabilidad y la cooperación internacional, se ha evaporado.
Los choques políticos de la administración Trump con antiguos aliados, su acercamiento a adversarios históricos y su política proteccionista, han creado un escenario de fractura en la OTAN y de enfrentamiento comercial con el resto del mundo. El riesgo de una recesión global, avivado por las tensiones comerciales, se suma a la preocupación por el rumbo político interno de Estados Unidos, donde las medidas adoptadas por el Ejecutivo son vistas por algunos como una amenaza al sistema democrático y a la confiabilidad de su sistema legal.
En este contexto, Estados Unidos, paradójicamente, se ha convertido en el principal foco de inestabilidad geopolítica y económica. Una potencia ineludible, pero impredecible, con la que el mundo debe aprender a lidiar. La búsqueda de acuerdos alternativos y la diversificación de riesgos se presentan como estrategias clave para navegar en estas aguas turbulentas.
La incertidumbre, ese fantasma que antes acechaba en las periferias del sistema, ahora emana del corazón mismo del poder global. Y el mundo, con la mirada fija en Washington, se prepara para un futuro incierto. El desafío no es solo entender lo que sucede, sino anticiparse a los movimientos de un actor cuyas acciones parecen desafiar la lógica de la geopolítica tradicional.
Fuente: El Heraldo de México