
16 de abril de 2025 a las 06:25
Clavadistas Mexicanos Rompen Récord Mundial
El rugir de las olas contra las rocas de La Quebrada resonaba como un presagio, un tamborileo que anunciaba la hazaña. Amadeo Alcocer, con la serenidad de quien ha entregado su vida al abismo, se preparaba para el salto número cinco millones. No era solo un número, era la historia de Acapulco escrita en cada gota de sudor, en cada latido acelerado, en cada vuelo hacia el vacío. Cinco millones de saltos, cinco millones de veces desafiando la gravedad, cinco millones de testimonios de una tradición que se niega a morir. La capa blanca que ondeaba alrededor de su cuello, como las alas de un ángel guardián, era testigo silencioso de la inminente proeza. No era la primera vez que se enfrentaba al abismo. Lo había hecho con una antorcha en mano, iluminando la noche acapulqueña con una danza de fuego y valentía. Lo había hecho en la oscuridad más profunda, cuando la visibilidad era escasa y el peligro se multiplicaba. Cada salto, un acto de resistencia, un grito de orgullo que resonaba en las paredes del acantilado.
Y es que este salto, el número cinco millones, no solo pertenecía a Amadeo. Era el legado de generaciones de clavadistas, la herencia de un Acapulco que ha sabido sobreponerse a huracanes, pandemias, y al incesante embate del tiempo. Era un recordatorio de la fuerza indomable de sus habitantes, de su capacidad para convertir el miedo en arte, el peligro en espectáculo.
La multitud contenía el aliento. El viento azotaba con fuerza, el oleaje se agitaba inquieto, pero nada podía distraer la atención del momento. Una adolescente de apenas 13 años, con la misma determinación que sus compañeros, inauguró la ceremonia de saltos. Doce siluetas se dibujaban contra el cielo, desafiando la ley de la gravedad a más de 90 kilómetros por hora. Los clavados triples, ejecutados con una precisión milimétrica, elevaban la tensión a su punto máximo. Y entonces, el clímax. El salto cinco millones. Amadeo se lanzó al vacío, fundiéndose con el azul profundo del Pacífico. Un instante eterno que quedó grabado en la memoria de todos los presentes.
Más allá del espectáculo, del reconocimiento Guinness, del aplauso ensordecedor, se esconde una historia de esfuerzo, de disciplina, de una preparación física y mental que va más allá de lo imaginable. Vencer el miedo, desafiar los elementos, saltar sin protección desde una altura tres veces superior a la de un clavado olímpico y caer en un espacio cuatro veces más reducido… Solo los clavadistas de La Quebrada conocen el verdadero significado de la valentía. Desde hace dos meses, un equipo de expertos ha trabajado arduamente para documentar y validar este récord, un testimonio irrefutable de la grandeza de una tradición que comenzó como un juego de niños en los Barrios Históricos y se transformó en un ícono de Acapulco. La presencia de autoridades estatales y federales, encabezadas por la gobernadora Evelyn Salgado y la secretaria de Turismo federal, Josefina Rodríguez, no solo enalteció el evento, sino que reafirmó el compromiso de preservar y difundir este patrimonio cultural. La Quebrada, más que un acantilado, es un altar a la audacia, un escenario donde la historia se escribe con cada salto, un símbolo de la identidad acapulqueña que seguirá inspirando a generaciones futuras.
Fuente: El Heraldo de México