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15 de abril de 2025 a las 19:50

Justicia sin reclamar: ¿Quién era Miguel?

La sombra de la incertidumbre se cierne sobre el caso de Miguel N., el presunto feminicida de siete mujeres, cuya muerte en el Reclusorio Oriente ha abierto un nuevo capítulo de interrogantes. A dos días del fatídico suceso, el silencio de sus familiares se suma al desconcierto que rodea su fallecimiento. El cuerpo, aún sin reclamar, permanece como un testigo mudo de un final abrupto que ha dejado tras de sí un reguero de preguntas sin respuesta.

Las autoridades de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX) han confirmado a El Heraldo de México que ningún familiar se ha presentado para reclamar los restos de Miguel N. Este hecho, tan inusual como significativo, alimenta las especulaciones sobre la vida y las circunstancias que rodeaban al presunto criminal. ¿Quiénes eran sus allegados? ¿Existía un círculo cercano que conociera sus más oscuros secretos? ¿O acaso la soledad era su única compañera en el camino hacia la perdición?

El reporte oficial de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) indica que la causa del deceso fue un traumatismo craneoencefálico producto de una caída, que a su vez provocó un infarto. Sin embargo, la sombra de la duda se extiende sobre esta versión, alimentando teorías alternativas sobre las circunstancias de su muerte. ¿Fue realmente un accidente? ¿O se trató de un acto premeditado, una salida desesperada ante el peso de las acusaciones que pendían sobre él?

Las investigaciones continúan, ahondando en los detalles de la vida de Miguel N. dentro del Reclusorio Oriente. Se sabe que contaba con vigilancia de vista y recibía tratamiento con medicamento controlado, supervisado por el Servicio Médico del centro penitenciario. Estos datos, si bien aportan información sobre su estado de salud, no logran disipar las incógnitas. ¿Existían indicios de un posible comportamiento suicida? ¿Había manifestado alguna intención de acabar con su vida?

Un elemento que añade aún más complejidad al caso es la comunicación que Miguel N. mantuvo con Fernanda, hermana de María José, su última víctima, apenas unos días antes de su muerte. Este contacto, cuyo contenido se desconoce, abre un abanico de posibilidades. ¿Se trató de un intento de pedir perdón? ¿O quizás una confesión de sus crímenes? ¿Qué secretos ocultaba esa conversación?

La figura de María José, una joven de tan solo 17 años, se erige como un recordatorio trágico de la brutalidad de los crímenes atribuidos a Miguel N. Su madre, quien la defendió valientemente al encontrar al presunto asesino en su domicilio, se convierte en un símbolo de la lucha contra la violencia de género. La revisión de las coladeras y el drenaje en el edificio donde ambos residían, realizada hace apenas tres meses, evidencia la minuciosidad de las investigaciones y la búsqueda incansable de la verdad.

El caso de Miguel N. nos confronta con la complejidad del mal, con las sombras que se esconden en la mente humana y con la fragilidad de la vida. Su muerte, lejos de cerrar el capítulo, abre un nuevo interrogante: ¿qué oscuros secretos se llevó a la tumba? La búsqueda de respuestas continúa, en un laberinto de hipótesis y conjeturas que nos recuerda la importancia de la justicia y la necesidad de erradicar la violencia contra las mujeres.

Fuente: El Heraldo de México