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15 de abril de 2025 a las 03:25

Homenaje final a Vargas Llosa en Lima.

El silencio de las letras se ha apoderado de Perú. Un silencio denso, palpable, que contrasta con la vibrante prosa que durante décadas fluyó de la pluma de Mario Vargas Llosa. El Nobel, el gigante literario, ha partido, dejando tras de sí un legado imborrable y un vacío imposible de llenar. Las banderas a media asta ondean al compás de la tristeza nacional, un luto compartido por todos, desde el presidente hasta el lector más humilde. La imagen de la carroza fúnebre recorriendo las calles de Lima, seguida por una comitiva de admiradores y periodistas, es un testimonio conmovedor del impacto profundo que Vargas Llosa tuvo en la sociedad peruana y en el mundo entero.

Más allá de las condecoraciones, más allá de los reconocimientos internacionales, lo que realmente perdura es la obra. Esas historias que nos transportaron a la complejidad del alma humana, a los laberintos del poder, a las contradicciones de la historia. "Conversación en La Catedral", "La Guerra del Fin del Mundo", "La Fiesta del Chivo": títulos que resuenan como ecos en la memoria colectiva, obras que diseccionaron la realidad latinoamericana con una precisión quirúrgica y una lucidez inquebrantable. Vargas Llosa no solo narró historias, sino que las desnudó, las puso bajo el microscopio de su prosa implacable para revelar sus entrañas, sus luces y sus sombras.

El homenaje del Comité del Nobel, recordando su "cartografía de las estructuras de poder", es un justo reconocimiento a la agudeza de su mirada. Vargas Llosa fue un cronista de su tiempo, un testigo privilegiado de las transformaciones sociales y políticas que marcaron a América Latina. Su pluma, afilada como un bisturí, no temió a las verdades incómodas, a las denuncias valientes. Fue la voz de los sin voz, la conciencia crítica de una región en constante ebullición.

El Boom latinoamericano, ese fenómeno literario que revolucionó las letras del continente, tuvo en Vargas Llosa a uno de sus pilares fundamentales. Su influencia se extendió más allá de las fronteras geográficas, inspirando a generaciones de escritores y lectores. Su compromiso con la libertad, su defensa de la democracia, su lucha contra el autoritarismo, fueron constantes a lo largo de su vida, tanto en su obra literaria como en su activismo político.

La presencia de la presidenta Dina Boluarte en el velorio, el abrazo con Álvaro Vargas Llosa, son gestos que trascienden el protocolo. Son la expresión de un dolor compartido, del reconocimiento a una figura que elevó el nombre del Perú a lo más alto del panorama cultural mundial. El conmovedor testimonio de Álvaro, hablando del vacío que deja su padre, refleja el sentimiento de una nación entera que ha perdido a uno de sus hijos más ilustres.

Las librerías, con sus vitrinas repletas de las obras del Nobel, se convierten en santuarios literarios. Los descuentos no son una estrategia comercial, sino una invitación a redescubrir la magia de su prosa, a sumergirse en sus mundos narrativos, a dialogar con su pensamiento. El homenaje de los cadetes del Colegio Militar Leoncio Prado, formando las iniciales MVLL, es un gesto simbólico que nos recuerda la profunda huella que Vargas Llosa dejó en la memoria colectiva. Su legado permanece vivo, no solo en los libros, sino también en la formación de las nuevas generaciones. El silencio de las letras es solo aparente. La voz de Vargas Llosa sigue resonando, potente y clara, en cada página, en cada línea, en cada palabra que nos legó.

Fuente: El Heraldo de México