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15 de abril de 2025 a las 09:05

Descubre la magia del Polo Norte

El Ártico, un escenario gélido de inmenso valor estratégico, se encuentra en el ojo del huracán de la geopolítica mundial. Mucho se habla del Polo Norte, imaginándolo como un punto tangible, una bandera clavada en el hielo. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. El Polo Norte es una abstracción, una coordenada geográfica que marca el eje de rotación de nuestro planeta, un punto invisible en la inmensidad del océano Ártico. Este océano, cubierto por un manto de hielo en constante transformación, alberga en sus profundidades una riqueza inimaginable: petróleo, gas natural, minerales estratégicos… recursos que, en un mundo hambriento de energía y materias primas, se convierten en el motor de ambiciones y disputas internacionales.

La disminución de la capa de hielo, una consecuencia palpable del cambio climático, paradójicamente, facilita el acceso a estos tesoros submarinos, abriendo la puerta a una nueva era de exploración y explotación. Y aquí es donde la situación se torna compleja. Si bien la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, creada por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS), es la encargada de administrar las actividades en estos fondos marinos, cinco naciones ribereñas –Canadá, Dinamarca (a través de Groenlandia), Estados Unidos, Noruega y Rusia– reclaman su parte del pastel ártico, amparadas en la zona económica exclusiva de 200 millas náuticas que se extiende desde sus costas.

La historia de estas reclamaciones se remonta a principios del siglo XX, con el ya obsoleto Principio Sectorial, una suerte de reparto del Ártico como si de una pizza se tratase, con cada país extendiendo sus dominios hasta el Polo Norte. Hoy, la plataforma continental es el argumento central de la disputa. La UNCLOS permite a los países reclamar derechos sobre la plataforma que se extiende más allá de su zona económica exclusiva. Dinamarca, por ejemplo, argumenta que la cordillera de Lomonosov es una extensión de Groenlandia, lo que le otorgaría derechos sobre el Polo Norte. Rusia, por su parte, afirma que esa misma cordillera es una prolongación de su propia plataforma continental. Canadá y Noruega también han presentado reclamos similares, mientras que Estados Unidos, ajeno a la UNCLOS, observa desde la distancia, con la sombra de su interés geopolítico planeando sobre la región.

El interés de Donald Trump por Groenlandia no es casual. La adquisición de esta gigantesca isla le daría a Estados Unidos un acceso privilegiado a los recursos del Ártico, consolidando su posición en este escenario estratégico. El argumento de la seguridad nacional, tan recurrente en la política exterior estadounidense, sirve como justificación para ambiciones expansionistas. No nos engañemos, la verdadera batalla no es por el Polo Norte, un punto simbólico en el mapa, sino por el control de las riquezas que yacen bajo el hielo del océano Ártico.

La creciente importancia geopolítica del Ártico lo convierte en un espacio de gran vulnerabilidad. La necesidad de una cooperación internacional efectiva, basada en el respeto al derecho internacional y la protección del medio ambiente, es crucial para evitar que la codicia por los recursos naturales transforme esta región en un nuevo foco de conflicto. El futuro del Ártico, y en gran medida el futuro del planeta, depende del equilibrio que logremos alcanzar entre la explotación responsable de sus recursos y la preservación de este ecosistema único e irremplazable.

Fuente: El Heraldo de México