Una bocanada de aire fresco para la ciudad, un triunfo para el pulmón verde que nos da vida. La restitución del predio en Montes Apalaches 525 al Bosque de Chapultepec no es solo una victoria legal, es una declaración de principios. Es la afirmación rotunda de que el interés público, el bienestar de la ciudadanía y la preservación de nuestro entorno, están por encima de los apetitos voraces de la especulación inmobiliaria. La imagen de 61 legisladores, con sus votos secretos depositados en una urna transparente, es un símbolo poderoso. Transparencia y unidad en la defensa de lo que nos pertenece a todos. Porque Chapultepec no es solo un bosque, es el corazón verde de la Ciudad de México, un espacio vital para la salud física y mental de millones de personas. Imaginen por un instante la magnitud del atropello: 500 condominios de lujo erigidos sobre un terreno destinado a la conservación ecológica. Un atentado contra la naturaleza, contra el derecho a un ambiente sano y contra el patrimonio histórico de la ciudad. La ambición desmedida del Cártel Inmobiliario, esa red de corrupción que opera en las sombras, tejiendo complicidades entre políticos, jueces y empresarios sin escrúpulos, ha encontrado un límite. La firmeza del Congreso, la valentía de la Jefa de Gobierno y la movilización ciudadana han demostrado que la defensa de Chapultepec no es negociable. Este caso sienta un precedente fundamental. Nos recuerda que la ley debe estar al servicio de la gente, no de unos cuantos privilegiados. Que la justicia no puede ser manipulada para favorecer intereses particulares y que la voz del pueblo, cuando se alza unida y decidida, es capaz de derribar muros de corrupción e impunidad. No podemos bajar la guardia. La amenaza del concreto sigue latente. Debemos estar vigilantes, denunciar cualquier intento de atropello y exigir a las autoridades que cumplan con su deber de proteger nuestro patrimonio natural. Chapultepec es un legado para las futuras generaciones. Nuestra responsabilidad es preservarlo, cuidarlo y defenderlo con uñas y dientes. Porque cada árbol, cada metro cuadrado de bosque, es un tesoro invaluable que no podemos permitir que nos arrebaten. El aire que respiramos, la salud de nuestros hijos, el futuro de nuestra ciudad, dependen de ello. Este triunfo nos da esperanza, pero también nos exige un compromiso permanente. La lucha por un desarrollo urbano sustentable, por una ciudad más verde y más justa, apenas comienza.