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14 de abril de 2025 a las 09:35

¿Tu voto importa?

La sombra de la reforma judicial se cierne sobre nosotros, empujándonos a un domingo electoral que se antoja como un laberinto. El camino recorrido hasta aquí ha sido costoso, intrincado y, lamentablemente, con una participación ciudadana que deja mucho que desear. Nos enfrentamos a boletas complejas, a la escasez de casillas y a un conteo de votos en manos de funcionarios, no de nuestros vecinos. El escenario se presenta propicio para la consolidación del poder de Morena y la llegada de improvisados al Poder Judicial. Ante este panorama desalentador, debemos preguntarnos qué está realmente en juego y por qué, a pesar de las adversidades, nuestra participación en las urnas puede marcar la diferencia.

El control de la justicia no es un tema trivial. Abstenernos significa ceder el terreno a quienes ya mueven sus fichas en este complejo tablero. Los partidos políticos, con sus ejércitos de acarreados, buscarán sentencias a su medida. Las transnacionales, con su inmenso poder económico, presionarán para que los jueces mercantiles defiendan sus intereses. Los sindicatos, con su maquinaria bien engrasada, impondrán magistrados laborales leales a sus filas. Y los cárteles, con su siniestra influencia, apostarán por jueces penales que hagan la vista gorda. Incluso los despachos legales, con sus intrincadas redes de contactos, maniobrarán para colocar a sus aliados en los tribunales civiles y familiares.

Este escenario no es una distopía imaginaria, sino la lógica perversa de un sistema donde el poder busca perpetuarse a sí mismo. La reforma, nos guste o no, es una realidad. Sin embargo, no todo está perdido. Acudir a las urnas, incluso votando por “el menos malo”, es un acto de resistencia. Es negarnos a entregar por completo el futuro de la justicia. Cada voto es un dique que se opone a la marea de intereses que amenaza con ahogarnos. No se trata de idealismo ingenuo, sino de pragmatismo puro: si no participamos, otros decidirán por nosotros.

Sabemos que el proceso será caótico. Las largas filas, las boletas confusas y la lejanía de las casillas desanimarán a muchos. Pero quedarse en casa es rendirse antes de dar la batalla. La justicia, aunque hoy parezca una quimera inalcanzable, no mejorará si dejamos que otros tiren los dados. Votar no garantiza un milagro, pero es un paso crucial para evitar que el desastre sea total.

Las reacciones a la columna publicada el viernes en este espacio reflejan la polarización que vivimos. Desde quienes se niegan a participar en lo que consideran una farsa, hasta quienes ven una oportunidad histórica. Desde quienes se rehúsan a "hacerle el caldo gordo" al gobierno, hasta quienes afirman que jamás votarían. Ante esta diversidad de opiniones, la reflexión fundamental sigue siendo la misma: si dejamos que otros tiren los dados, las consecuencias podrían ser devastadoras.

Y hablando de logros aparentemente imposibles, el mundo del deporte nos ofrece un ejemplo inspirador. Rory McIlroy ha conquistado el codiciado Grand Slam, demostrando que lo que parecía inalcanzable puede convertirse en realidad con esfuerzo y perseverancia. Su triunfo en los cuatro torneos grandes –el US Open (2011), el Campeonato de la PGA (2012 y 2014), el Abierto Británico (2014) y el Masters de Augusta (2025)– es un testimonio de que las barreras existen para ser superadas.

Finalmente, quiero expresar mi profundo agradecimiento por las muestras de cariño recibidas durante esta Semana Mayor, un periodo de reflexión que coincide con un hito personal: alcanzar la cifra de 54 [seguidores, artículos, etc. – se necesita contexto para completar la frase]. Su apoyo constante es un estímulo para seguir adelante en este camino.

Fuente: El Heraldo de México