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14 de abril de 2025 a las 22:25
Sueño eterno: cenizas de Del Solar al mar
El sol caía sobre el mar Caribe, tiñendo las olas de un dorado intenso, casi como un reflejo de la energía que Fernando del Solar irradiaba en vida. A casi tres años de su partida, el círculo más íntimo de sus seres queridos se reunió en un yate, vestidos de blanco, como símbolo de paz y renovación, para cumplir su última voluntad: que sus cenizas se fundieran con el mar de Cancún, el lugar que lo abrazó en sus últimos años y donde encontró la serenidad.
El aire se cargaba de una mezcla de tristeza y celebración. Tristeza por la ausencia física de Fer, por la sonrisa que ya no iluminaría sus días, por las conversaciones que quedarían suspendidas en el tiempo. Pero también celebración, por la vida que vivió intensamente, por el legado de amor y optimismo que dejó, y por el cumplimiento de su deseo final.
Anna Ferro, su viuda, con el corazón encogido pero con la firmeza del amor que los unió, compartió unas palabras llenas de sentimiento. “Sé que nos volveremos a ver algún día”, susurró al viento, mientras sus ojos se perdían en el horizonte. "Mientras tanto, vivirás en mi corazón y en mi pensamiento. Gracias, gracias, gracias por este hermoso coincidir, por todos los momentos y los aprendizajes que vivimos juntos. Te amo, Fer". Su voz, quebrada por la emoción, resonó en el silencio que siguió a sus palabras.
Uno a uno, los presentes compartieron anécdotas, recuerdos, risas ahogadas y lágrimas que corrían libremente. Su madre, sus hermanas, amigos cercanos, todos unidos por el lazo invisible pero poderoso del cariño que sentían por Fernando. Cada palabra, cada suspiro, era una despedida, un último adiós cargado de amor y gratitud.
La presencia de Raúl Osorio, su compañero de Venga la Alegría, conmovió a todos. Su rostro reflejaba la profunda amistad que los unió, la complicidad de años compartidos frente a las cámaras y detrás de ellas. Más tarde, en redes sociales, Raúl escribiría: "Fue un momento de lo más bonito y emotivo, el poder despedirme de mi amigo que se fue, un tipo que era todo bondad, amor y cariño". Sus palabras resonaron en el ciberespacio, un eco del sentimiento colectivo de quienes tuvieron la fortuna de conocer a Fernando.
Finalmente, llegó el momento. Anna, con las manos temblorosas pero con la certeza de estar honrando el deseo de su amado, se acercó a la orilla del yate. Abrió la urna y, con un gesto de infinita ternura, dejó que las cenizas de Fernando se dispersaran en el mar. El viento, cómplice de este último adiós, las llevó consigo, fundiéndolas con el azul turquesa del agua, como si el propio mar las recibiera en un abrazo eterno.
La imagen quedará grabada para siempre en la memoria de los presentes: las cenizas de Fernando, danzando en el aire, llevadas por la brisa marina, convirtiéndose en parte del paisaje que tanto amó. Un final poético para una vida vivida con intensidad, un recordatorio de que la energía, el amor y la alegría que Fernando irradiaba, permanecerán, como el mar, inmensas e infinitas.
Fuente: El Heraldo de México