
14 de abril de 2025 a las 17:50
Sed y abandono: La tragedia de Sara
La angustia se palpa en el aire de Bello, Antioquia. Un silencio denso, roto solo por los murmullos de incredulidad y el llanto desconsolado de una madre. Sandra Milena Borja, con el corazón hecho añicos, compartió las desgarradoras últimas palabras de su hija, Sara Millerey González, un susurro que se convirtió en una premonición escalofriante. "Me voy a morir, mami", le confesó Sara, aferrándose a la vida con la poca fuerza que le quedaba, tras ser rescatada de las frías aguas de la quebrada La García. Una imagen que ninguna madre debería presenciar, un dolor que ninguna palabra puede describir.
Imaginen la escena: una llamada telefónica que te hiela la sangre, la voz de tu hermana anunciando lo impensable. Tu hija, Sara Millerey, de tan solo 32 años, víctima de una brutalidad inimaginable. Brazos y piernas fracturadas, su cuerpo arrojado sin piedad a la corriente implacable de la quebrada. La desesperación te impulsa, corres hacia el lugar del horror, y allí, en medio de la macabra escena, la ves. Aferrada a unas ramas, luchando contra la fuerza del agua que amenaza con llevársela. Dos ángeles anónimos, dos héroes sin capa, se adentran en la quebrada, desafiando la corriente para evitar que Sara sea arrastrada por las aguas. Luego, la llegada de los bomberos, la esperanza fugaz de un rescate, el traslado a la clínica La María de Bello.
Sandra, pegada a su hija, acompañándola en cada instante, orando por un milagro que nunca llegó. Horas después, la vida de Sara se apagó, víctima de la crueldad humana. Un vacío inmenso se abre en el corazón de su madre, un dolor que se extiende como una sombra sobre la comunidad de Bello.
La indignación es palpable, la rabia contenida se transforma en un clamor por justicia. Las autoridades de Antioquia, conmovidas por la atrocidad del crimen, han alzado la voz, condenando enérgicamente el acto y haciendo un llamado a la solidaridad ciudadana. Cualquier información, por mínima que parezca, puede ser la pieza clave para resolver este rompecabezas de horror. Una recompensa de 50 millones de pesos colombianos, una suma considerable, se ofrece a quien pueda aportar datos que conduzcan a la captura de los responsables.
¿Quiénes son estos monstruos capaces de tanta sevicia? ¿Qué motivó semejante acto de barbarie? Interrogantes que flotan en el aire, esperando respuestas que alivien, aunque sea un poco, el dolor de una madre que ha perdido lo más preciado. La investigación continúa, la esperanza de justicia se mantiene viva, mientras Bello llora la partida de Sara Millerey, una joven cuya vida fue truncada de la manera más cruel e injusta.
Este caso nos obliga a reflexionar sobre la violencia que nos rodea, sobre la importancia de la empatía y la solidaridad. No podemos permanecer indiferentes ante el sufrimiento ajeno. Debemos ser la voz de quienes ya no pueden hablar, debemos ser los ojos de quienes ya no pueden ver. La justicia para Sara Millerey no solo sanará las heridas de su familia, sino que también enviará un mensaje contundente: la violencia no tiene cabida en nuestra sociedad.
Fuente: El Heraldo de México