
14 de abril de 2025 a las 09:30
Infancias desiguales: ¿Dónde comienza la brecha?
Imaginen la escena: un aula llena de pequeños exploradores, listos para su primer día de preescolar. Algunos entran con la confianza de quien ya conoce las letras, los colores, incluso algunas palabras en inglés. Otros, en cambio, se aferran a sus padres, abrumados por un mundo desconocido, lleno de rostros nuevos y rutinas extrañas. ¿Por qué esta disparidad tan marcada desde el primer día? La respuesta, lamentablemente, no se encuentra en las aptitudes innatas de cada niño, sino en un sistema que, en lugar de nivelar el terreno de juego, perpetúa y profundiza las desigualdades desde la más tierna infancia.
En México, la educación inicial, ese pilar fundamental para el desarrollo cognitivo, emocional y social de los niños, se trata como un lujo, un accesorio, un "extra" en lugar del derecho fundamental que es. No existe un sistema nacional estandarizado, lo que genera un abismo entre las oportunidades de unos y otros. Mientras algunos pequeños asisten a centros privados de estimulación temprana con personal capacitado, metodologías innovadoras y recursos didácticos abundantes, otros apenas tienen acceso a guarderías públicas, muchas veces saturadas y con recursos limitados. La diferencia no radica solo en la infraestructura, sino en el enfoque pedagógico. No hay programas homologados que garanticen una base sólida de conocimientos y habilidades para todos, ni protocolos de cuidado que aseguren la calidad y la equidad en la atención.
Durante demasiado tiempo hemos caído en la trampa de creer que "cuidar" a un niño se limita a satisfacer sus necesidades básicas: alimento, higiene y seguridad. Claro que estas son cruciales, pero la primera infancia es una ventana de oportunidad irrepetible para el desarrollo cerebral. En esos primeros años, se forman millones de conexiones neuronales por segundo, moldeando la arquitectura del cerebro y sentando las bases para el aprendizaje futuro. Un niño necesita mucho más que cuidados básicos; necesita ser estimulado, escuchado, comprendido, necesita un entorno que despierte su curiosidad, que lo invite a explorar, a crear, a imaginar.
Esta necesidad no se limita a los hijos de madres trabajadoras. Incluso para quienes se dedican de tiempo completo a la crianza, un entorno educativo adecuado es fundamental. El vínculo madre-hijo es invaluable, pero no puede suplir la riqueza de la interacción con otros niños, ni la experiencia de un programa educativo diseñado por especialistas. El tiempo en casa debe complementarse con la estimulación que ofrece un espacio pedagógico estructurado, donde se promueva el desarrollo integral del niño.
Afortunadamente, desde la sociedad civil ya se alzan voces que reclaman un cambio. Iniciativas como hablamex.com, exigen al gobierno que priorice la educación inicial, reconociendo su impacto crucial en el futuro del país. La Constitución garantiza el derecho a una educación de calidad desde los primeros años, pero este derecho no se materializa en la realidad. Necesitamos políticas públicas claras, un presupuesto suficiente y, sobre todo, una visión de futuro que comprenda que invertir en la primera infancia es invertir en un México más justo y próspero.
La red de guarderías públicas, en lugar de fortalecerse, se ha debilitado, dejando a miles de madres sin opciones viables. Obligadas a dejar a sus hijos al cuidado de familiares, hermanos mayores, o incluso solos, enfrentan una realidad desgarradora. Esto no es cuidado, ni es educación; es abandono por parte del Estado. La brecha de la desigualdad no comienza en la primaria, ni en la secundaria; comienza mucho antes, cuando un niño no tiene quien lo escuche, quien le lea un cuento, quien lo estimule a descubrir el mundo.
Sin darnos cuenta, estamos decidiendo el destino de nuestros niños desde sus primeros días. Estamos construyendo un futuro donde las oportunidades no son iguales para todos. Si queremos cambiar esta realidad, debemos empezar por donde realmente se origina la brecha: la educación inicial. Es hora de exigir que se cumpla el derecho constitucional a una educación de calidad desde el primer día, para que todos los niños, sin importar su origen, tengan la oportunidad de desarrollar su máximo potencial y construir un futuro mejor.
Fuente: El Heraldo de México