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14 de abril de 2025 a las 03:30
El Niño llega: ¿Qué clima nos espera?
El vaivén climático nos mantiene en vilo. Tras una breve y atípica aparición de La Niña a principios de año, un fenómeno que típicamente enfría las aguas del Pacífico tropical y altera los patrones climáticos globales, nos encontramos ahora en un territorio neutral. Como si el océano hubiera decidido tomarse un respiro, ni La Niña ni su contraparte cálida, El Niño, dominan la escena. Esta tregua, según la NOAA, se extenderá a lo largo de la primavera, el verano y posiblemente hasta bien entrado el otoño. Pero, ¿qué significa esta neutralidad para nosotros? ¿Una calma chicha en el horizonte meteorológico? No necesariamente.
Aunque La Niña se ha retirado discretamente, sus huellas aún se perciben. El Centro de Predicción Climática advierte que los efectos de este fenómeno pueden persistir, como un eco que resuena incluso después de que la fuente original se haya silenciado. Cuantificar la duración de esta influencia, sin embargo, se presenta como un desafío. Imaginen tratar de medir la longitud de una sombra en un día nublado, una tarea compleja y llena de incertidumbres. Esta incertidumbre se extiende también a la temporada de huracanes del Atlántico, que se avecina en junio. Si La Niña suele actuar como un amplificador de la actividad ciclónica, y El Niño como un supresor, la neutralidad actual nos deja en un terreno desconocido, sin una guía clara sobre lo que podemos esperar.
En Estados Unidos, esta fase neutral del ciclo ENOS (El Niño-Oscilación del Sur) añade otra capa de complejidad a los pronósticos de temperatura y precipitación. Mientras que se anticipan temperaturas por encima de la media en gran parte del país hasta junio, con posibilidades de extenderse durante el verano, la ausencia de un patrón dominante como La Niña o El Niño dificulta la precisión de estas predicciones. Es como intentar resolver un rompecabezas con piezas faltantes: podemos tener una idea general de la imagen, pero los detalles permanecen borrosos.
A esta incertidumbre se suma el telón de fondo del calentamiento global, un actor omnipresente que amplifica los extremos climáticos. El calor prolongado y la sequía se retroalimentan, creando un círculo vicioso que agrava las condiciones. Los océanos, a pesar de su inmensidad, no escapan a esta influencia. Actúan como gigantescos almacenes de calor, absorbiendo el exceso de energía generado por la quema de combustibles fósiles. Las temperaturas oceánicas récord registradas en 2023 y 2024 son un testimonio de este proceso, un recordatorio constante de la huella humana en el planeta.
Los meteorólogos, en su labor de interpretar las señales del clima, deben considerar un complejo entramado de factores. La temperatura oceánica, la humedad atmosférica, los patrones de circulación del aire, y por supuesto, el calentamiento global, son piezas de un puzzle en constante cambio. La imagen satelital del vapor de agua sobre el Pacífico, capturada por el GOES-West de la NOAA, nos ofrece una instantánea de la complejidad de la atmósfera, con sus remolinos y corrientes, pero predecir el futuro del clima, en un contexto de neutralidad ENOS y un planeta en calentamiento, sigue siendo un desafío formidable. Nos encontramos en un momento de transición, navegando en aguas desconocidas, con la esperanza de que la ciencia y la tecnología nos permitan desentrañar los misterios del clima y prepararnos para lo que nos depara el futuro.
Fuente: El Heraldo de México