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14 de abril de 2025 a las 09:35

Descubre el Brillo Esmeralda

La pregunta de la niña, un susurro ahogado en el estruendo de la guerra, resuena como un grito desgarrador en la conciencia del mundo. "¿Nos dolerá si morimos mientras dormimos?". Una pregunta que ningún niño debería formular, una pregunta que nos interpela a todos. La respuesta del periodista, un intento desesperado por ofrecer consuelo en medio del horror, refleja la impotencia que nos embarga ante la barbarie. Dormir, un acto tan cotidiano y reparador, se convierte en Gaza en una apuesta incierta, en la posibilidad de un último respiro antes del estallido.

El miedo, una palabra insuficiente para describir el abismo de terror que se ha apoderado de la Franja, se palpa en cada mirada, en cada silencio, en cada rincón de las calles devastadas. La vida, reducida a una espera angustiosa, se consume entre las ruinas de un presente destrozado y la incertidumbre de un futuro inexistente. Los niños, testigos inocentes de una violencia atroz, crecen rodeados de muerte y destrucción, con el eco de las bombas resonando en sus pesadillas.

La comunidad internacional, espectadora impasible de esta tragedia, se limita a emitir comunicados vacíos y a expresar su "preocupación". Mientras tanto, la Franja de Gaza se desangra bajo el peso de un asedio implacable. El silencio cómplice de los gobiernos, la inacción de los organismos internacionales, son una bofetada a la dignidad humana. Algunas voces valientes, como la de Sudáfrica, se han alzado para denunciar el genocidio, pero sus palabras se pierden en el desierto de la indiferencia.

El cinismo del gobierno israelí, que se presenta como víctima mientras perpetra crímenes de lesa humanidad, alcanza cotas de perversidad insoportables. La "legítima defensa", un mantra repetido hasta la saciedad, se convierte en la justificación para la masacre indiscriminada de civiles, para la destrucción sistemática de infraestructuras esenciales, para el bloqueo inhumano que condena a la población a la miseria.

El control de la narrativa, la hegemonía mediática, permiten a Israel imponer su versión de los hechos, silenciar las voces disidentes y presentarse ante el mundo como la única democracia de Oriente Medio. Una democracia que se sustenta en la supremacía racial, en la expulsión de los habitantes legítimos de su tierra, en la negación de sus derechos fundamentales. Una democracia que encarcela a niños, que bombardea hospitales, que destruye escuelas. Una ficción colonial que se derrumba ante la evidencia de los hechos.

La resistencia de Gaza, su negativa a desaparecer, a rendirse ante la barbarie, es la mayor afrenta al proyecto sionista. Una resistencia que se alimenta de la esperanza, de la dignidad, del anhelo de un futuro en paz y libertad. La poesía de Mohamed Ahmed Bennis, con sus imágenes de Gaza volando con alas de esmeraldas, es un testimonio conmovedor de esa esperanza inquebrantable. Una esperanza que nos interpela, que nos exige actuar, que nos recuerda que la indiferencia es cómplice del crimen. La lucha por la justicia en Palestina es la lucha por la dignidad humana, por un mundo donde la paz y la justicia no sean una utopía, sino una realidad tangible para todos.

Fuente: El Heraldo de México