
14 de abril de 2025 a las 01:00
Secretos del Centro Histórico
El bullicio constante del Centro Histórico de la Ciudad de México, con su medio millón de almas transitando a diario, a menudo nos ciega a las historias silenciosas que se esconden tras sus muros. Más allá de los destinos turísticos habituales, laten ecos de un pasado fascinante, a veces lúgubre, a veces curioso, que se resiste al olvido. En este recorrido, les invitamos a descubrir cuatro lugares que, a pesar de su discreta presencia, guardan relatos que han trascendido los siglos.
Comenzamos nuestro viaje en una pequeña capilla hexagonal, casi imperceptible entre el ajetreo de Belisario Domínguez y el Eje Central. Levantada en el siglo XVIII como parte del imponente convento de la Inmaculada Concepción, la Capilla de La Conchita, o de Santa Lucía como también se le conoció, experimentó una transformación drástica. Tras ser abandonada a finales del mismo siglo, las Leyes de Reforma la convertirían en un depósito de cadáveres para aquellos que no podían costear un funeral. Imaginen el lúgubre ir y venir de "la gaveta", el tranvía que transportaba los cuerpos al Panteón de Dolores, dejando tras de sí un aura de tristeza y misterio que aún hoy parece impregnar sus muros. De capilla consagrada a santa pasó a ser conocida como la Capilla de los Muertos, un testimonio silencioso de la desigualdad y la fragilidad de la vida.
Nuestro siguiente destino nos lleva a un estrecho callejón que une Madero con 5 de Mayo. En este angosto pasaje, durante la época virreinal, se originó una leyenda que nos habla de la cortesía, pero también de la terquedad. Imaginen la escena: dos carruajes, uno perteneciente a la Condesa del Valle de Orizaba, dueña de la Casa de los Azulejos, intentando cruzar el callejón simultáneamente. Un gesto de cortesía se convirtió en un punto muerto, ya que ninguno de los cocheros quería pasar primero. Días y noches se sucedieron sin que ninguno cediera, hasta que, según cuenta la leyenda, el mismísimo virrey tuvo que intervenir para resolver el conflicto. Este pequeño callejón, hoy casi inadvertido, se convierte así en un escenario que nos recuerda las paradojas de la cortesía y el orgullo en un contexto de rígidas normas sociales.
Nos trasladamos ahora a la Alameda Central, el pulmón verde más antiguo de América. Este oasis de tranquilidad, creado en 1592, ocultaba un lado oscuro en su extremo poniente. Justo frente al convento de San Diego, se ubicaba el quemadero de la Inquisición, autorizado por el cabildo en 1596. Imaginen la sombra de la muerte proyectándose sobre el verdor de la Alameda, el humo y el olor a carne quemada mezclándose con el aroma de los árboles. Hoy, el Laboratorio Arte Alameda ocupa el espacio del antiguo convento, y una placa conmemora el siniestro pasado del lugar, recordándonos la intolerancia y la persecución que marcaron una época oscura de nuestra historia.
Finalmente, visitamos la última morada de uno de los personajes más controvertidos de México: Antonio López de Santa Anna. En una modesta casa en la calle de Bolívar, casi esquina con 5 de Mayo, frente al que fuera el Teatro Nacional, el alguna vez poderoso general pasó sus últimos días en la pobreza y el olvido. Imaginen al hombre que dirigió al país en múltiples ocasiones, el mismo que perdió Texas y combatió a los franceses, recluido en su hogar, acompañado únicamente de su esposa, Dolores Tosta. La casa se convierte en un símbolo del ocaso de un personaje que, a pesar de sus errores y ambiciones, dejó una huella imborrable en la historia de México. El contraste entre su pasado glorioso y su final solitario nos invita a reflexionar sobre la fugacidad del poder y las ironías del destino.
Estos cuatro lugares, a menudo ignorados por la vorágine del Centro Histórico, nos revelan la riqueza y complejidad de nuestro pasado. Al recorrerlos, no solo descubrimos historias fascinantes, sino que también nos conectamos con las raíces de nuestra identidad, comprendiendo mejor el presente a través de la lente del pasado.
Fuente: El Heraldo de México