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13 de abril de 2025 a las 23:05

Lisset se salva de morir tras aparatosa caída

La escalofriante experiencia de Lisset nos recuerda la fragilidad de la vida urbana y la constante amenaza que representan las deficiencias en la infraestructura pública. Imaginen por un instante: caminar despreocupadamente por la calle, absortos en nuestros pensamientos, y de pronto, el suelo cede bajo nuestros pies. Esa pesadilla se hizo realidad para la reconocida artista, quien, gracias a su fortaleza física, logró evitar una tragedia. Su brazo, magullado y raspado, se convierte en el símbolo de una lucha contra la negligencia y un llamado urgente a la acción.

El incidente de Lisset no es un caso aislado. Resuena con la dolorosa memoria de las dos hermanas que perdieron la vida en circunstancias similares hace apenas dos años. Dos vidas truncadas, dos familias destrozadas, una ciudad enlutada. ¿Cuántas tragedias más debemos presenciar antes de que se tomen medidas efectivas? ¿Cuántas lágrimas deben derramarse para que se atienda este clamor silencioso que emerge desde las profundidades de nuestras calles?

La denuncia de Lisset trasciende el ámbito personal y se convierte en un grito colectivo. Un llamado a la responsabilidad, a la empatía, a la acción. No podemos permitir que la indiferencia se convierta en cómplice de la desgracia. No podemos resignarnos a vivir con el temor constante de que el suelo se abra bajo nuestros pies.

Es imperativo que las autoridades, en todos los niveles, asuman la responsabilidad que les corresponde. La revisión exhaustiva de las alcantarillas, la reparación de las coladeras en mal estado y la implementación de medidas preventivas no son simples sugerencias, son obligaciones ineludibles. La seguridad de los ciudadanos no puede ser un tema negociable.

Pero la responsabilidad no recae únicamente en las autoridades. Como ciudadanos, también tenemos un papel fundamental que desempeñar. Debemos estar alerta, reportar cualquier anomalía que detectemos en la vía pública y exigir que se tomen las medidas necesarias para garantizar nuestra seguridad. La solidaridad y la participación ciudadana son herramientas poderosas para transformar nuestra realidad.

El caso de Lisset nos invita a reflexionar sobre la importancia de construir una ciudad más segura, más resiliente, más humana. Una ciudad donde podamos caminar sin miedo, donde la infraestructura pública esté al servicio de la vida y no de la muerte. El tiempo de la indiferencia ha terminado. Es hora de actuar, de exigir, de construir un futuro donde la tragedia de Lisset y las dos hermanas no se repita jamás. El llamado está hecho, ¿quién responderá?

Más allá del susto y las lesiones físicas, la experiencia de Lisset nos deja una profunda enseñanza: la vida es un regalo precioso que debemos cuidar y proteger. Cada día es una oportunidad para construir un mundo mejor, un mundo donde la seguridad y el bienestar de todos sean una prioridad. No permitamos que la negligencia y la indiferencia nos roben la tranquilidad y la esperanza. Unámonos en un esfuerzo colectivo para construir una ciudad más segura para todos.

Fuente: El Heraldo de México